TIEMPO ORDINARIO
SÁBADO DE LA SEMANA XXX
Del Propio. Como en el Oficio de difuntos
2 de noviembre
TODOS LOS FIELES DIFUNTOS. (CONMEMORACIÓN)
OFICIO DE LECTURA
INVITATORIO
Si ésta es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Al Señor, rey de los que viven, venid, adorémosle.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: TÚ, SEÑOR, QUE ASUMISTE LA EXISTENCIA
Tú, Señor, que asumiste la existencia,
la lucha y el dolor que el hombre vive,
no dejes sin la luz de tu presencia
la noche de la muerte que lo aflige.
Te rebajaste, Cristo, hasta la muerte,
y una muerte de cruz, por amor nuestro;
así te exaltó el Padre, al acogerte,
sobre todo poder de tierra y cielo.
Para ascender después gloriosamente,
bajaste sepultado a los abismos;
fue el amor del Señor omnipotente
más fuerte que la muerte y su sino.
Primicia de los muertos, tu victoria
es la fe y la esperanza del creyente,
el secreto final de nuestra historia,
abierta a nueva vida para siempre.
Cuando la noche llegue y sea el día
de pasar de este mundo a nuestro Padre,
concédenos la paz y la alegría
de un encuentro feliz que nunca acabe. Amén.
SALMODIA
Ant 1. De tierra me formaste y me revestiste de carne; Señor, Redentor
mío, resucítame en el último día.
Salmo 39, 2-14. 17-18 I – ACCIÓN DE GRACIAS Y PETICIÓN DE AUXILIO
Yo esperaba con ansia al Señor;
él se inclinó y escuchó mi grito;
me levantó de la fosa fatal,
de la charca fangosa;
afianzó mis pies sobre roca,
y aseguró mis pasos;
me puso en la boca un cántico nuevo,
un himno a nuestro Dios.
Muchos, al verlo, quedaron sobrecogidos
y confiaron en el Señor.
Dichoso el hombre que ha puesto
su confianza en el Señor,
y no acude a los idólatras,
que se extravían con engaños.
¡Cuántas maravillas has hecho,
Señor, Dios mío,
cuántos planes en favor nuestro!
Nadie se te puede comparar:
intento proclamarlas, decirlas,
pero superan todo número.
Tú no quieres sacrificios ni ofrendas,
y, en cambio, me abriste el oído;
no pides sacrificio expiatorio,
entonces yo digo: «Aquí estoy
-como está escrito en mi libropara hacer tu voluntad.»
Dios mío, lo quiero,
y llevo tu ley en las entrañas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. De tierra me formaste y me revestiste de carne; Señor, Redentor mío,
resucítame en el último día.
Ant 2. Señor, dígnate librarme, date prisa en socorrerme.
Salmo 39 II
He proclamado tu salvación
ante la gran asamblea;
no he cerrado los labios:
Señor, tú lo sabes.
No me he guardado en el pecho tu defensa,
he proclamado tu fidelidad y tu salvación,
no he negado tu misericordia y tu lealtad
ante la gran asamblea.
Tú, Señor, no me niegues tu clemencia,
que tu misericordia y tu lealtad me guarden siempre,
porque me cercan desgracias sin cuento.
Se me echan encima mis culpas,
y no puedo huir;
son más que los cabellos de mi cabeza,
y me falta el valor.
Señor, dígnate librarme;
Señor, date prisa en socorrerme.
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
digan siempre: «Grande es el Señor»,
los que desean tu salvación.
Yo soy pobre y desdichado,
pero el Señor cuida de mí;
tú eres mi auxilio y mi liberación:
Dios mío, no tardes.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Señor, dígnate librarme, date prisa en socorrerme.
Ant 3. Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro del
Señor?
Salmo 41 – DESEO DEL SEÑOR Y ANSIAS DE CONTEMPLAR EL TEMPLO
Como busca la cierva
corrientes de agua,
así mi alma te busca
a ti, Dios mío;
tiene sed de Dios,
del Dios vivo:
¿cuándo entraré a ver
el rostro de Dios?
Las lágrimas son mi pan
noche y día,
mientras todo el día me repiten:
«¿Dónde está tu Dios?»
Recuerdo otros tiempos,
y mi alma desfallece de tristeza:
cómo marchaba a la cabeza del grupo,
hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
en el bullicio de la fiesta.
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
Cuando mi alma se acongoja,
te recuerdo,
desde el Jordán y el Hermón
y el Monte Menor.
Una sima grita a otra sima
con voz de cascadas:
tus torrentes y tus olas
me han arrollado.
De día el Señor
me hará misericordia,
de noche cantaré la alabanza
del Dios de mi vida.
Diré a Dios: Roca mía,
¿por qué me olvidas?
¿Por qué voy andando sombrío,
hostigado por mi enemigo?
Se me rompen los huesos
por las burlas del adversario;
todo el día me preguntan:
«¿Dónde está tu Dios?»
¿Por qué te acongojas, alma mía,
por qué te me turbas?
Espera en Dios, que volverás a alabarlo:
«Salud de mi rostro, Dios mío.»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro del
Señor?
V. Grande es tu ternura, Señor.
R. Con tu palabra dame vida.
PRIMERA LECTURA
De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 15, 12-34
LA RESURRECCIÓN DE CRISTO, ESPERANZA DE LOS CREYENTES
Hermanos: Si anunciamos que Cristo resucitó de entre los muertos, ¿cómo
es que decía alguno que los muertos no resucitan? Si no hay resurrección
de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si no resucitó Cristo, vana es
nuestra predicación, vana también vuestra fe. Y somos convictos de falsos
testigos de Dios porque hemos atestiguado contra Dios que resucitó a
Cristo, a quien no resucitó, si es que los muertos no resucitan. Porque si los
muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado. Y si Cristo no ha
resucitado, vuestra fe no tiene sentido, seguís con vuestros pecados; y los
que murieron con Cristo se han perdido. Si nuestra esperanza en Cristo
acaba con esta vida, somos los hombres más desdichados.
¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos. Lo
mismo que por un hombre hubo muero te, por otro hombre hay
resurrección de los muertos, y lo mismo que en Adán todos mueren, en
Cristo todos serán llamados de nuevo a la vida. Pero cada uno en su
puesto: primero, Cristo; después, en su Parusía, los de Cristo. Después será
la consumación: cuando devuelva el reino a Dios Padre, después de
aniquilar todo principado, poder y fuerza.
Pues él debe reinar hasta poner todos sus enemigos bajo sus pies. El último
enemigo aniquilado será la muerte. Porque ha sometido todas las cosas
bajo sus pies. Mas cuando él dice que «todo está sometido», es evidente
que se excluye a aquel que ha sometido a él todas las cosas. Cuando hayan
sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a
aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo.
De no ser así, ¿a qué viene el bautizarse por los muertos? Si los muertos no
resucitan en manera alguna, ¿por qué bautizarse por ellos? Y nosotros
mismos, ¿por qué nos ponemos en peligro a todas horas? Os Juro,
hermanos, por el orgullo que siento por vosotros en Cristo Jesús, Señor
nuestro, que cada día estoy en peligro de muerte. Si por motivos humanos
luché en Éfeso contra las bestias, ¿qué provecho saqué? Si los muertos no
resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos. No os engañéis:
«Las malas compañías corrompen las buenas costumbres.» Despertaos,
como conviene, y no pequéis; que hay entre vosotros quienes desconocen a
Dios. Para vergüenza vuestra lo digo.
RESPONSORIO 1Co 15, 25-26; cf. Ap 20, 13. 14
R. Cristo debe reinar hasta que Dios ponga todos sus enemigos bajo sus
pies. * El último enemigo aniquilado será la muerte.
V. Entonces la muerte y el hades devolverán los muertos, y la muerte y el
hades serán arrojados al lago de fuego.
R. El último enemigo aniquilado será la muerte.
SEGUNDA LECTURA
Del Libro de san Ambrosio, obispo, Sobre la muerte de su hermano Sátiro
(Libro 2, 40. 41. 46. 47. 132. 133: CSEL 73, 270-274. 323-324)
MURAMOS CON CRISTO, Y VIVIREMOS CON ÉL
Vemos que la muerte es una ganancia y la vida un sufrimiento. Por esto
dice san Pablo: Para mí la vida es Cristo, y la muerte una ganancia. Cristo,
a través de la muerte corporal, se nos convierte en espíritu de vida. Por
tanto, muramos con él, y viviremos con él. En cierto modo debemos irnos
acostumbrando y disponiendo a morir, por este esfuerzo cotidiano que
consiste en ir separando el alma de las concupiscencias del cuerpo, que es
como irla sacando fuera del mismo para colocarla en un lugar elevado,
donde no puedan alcanzarla ni pegarse a ella los deseos terrenales, lo cual
viene a ser como una imagen de la muerte, que nos evitará el castigo de la
muerte. Porque la ley de la carne está en oposición a la ley del espíritu e
induce a ésta a la ley del error. ¿Qué remedio hay para esto? ¿Quién me
librará de este cuerpo de muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo, Señor
nuestro, me veré libre!
Tenemos un médico, sigamos sus remedios. Nuestro remedio es la gracia
de Cristo, y el cuerpo de muerte es nuestro propio cuerpo. Por lo tanto,
emigremos del cuerpo, para no vivir lejos del Señor; aunque vivimos en el
cuerpo, no sigamos las tendencias del cuerpo ni obremos en contra del
orden natural, antes busquemos con preferencia los dones de la gracia.
¿Qué más diremos? Con la muerte de uno solo fue redimido el mundo.
Cristo hubiese podido evitar la muerte, si así lo hubiese querido; mas no la
rehuyó como algo inútil, sino que la consideró como el mejor modo de
salvarnos. Y, así, su muerte es la vida de todos. Hemos recibido el signo
sacramental de su muerte, anunciamos y proclamamos su muerte siempre
que nos reunimos para ofrecer la eucaristía; su muerte es una victoria, su
muerte es sacramento, su muerte es la máxima solemnidad anual que
celebra el mundo.
¿Qué más podremos decir de su muerte, si el ejemplo de Cristo nos
demuestra que ella sola consiguió la inmortalidad y se redimió a sí misma?
Por esto no debemos deplorar la muerte, ya que es causa de salvación para
todos; no debemos rehuirla, puesto que el Hijo de Dios no la rehuyó ni tuvo
en menos el sufrirla.
Además, la muerte no formaba parte de nuestra naturaleza, sino que se
introdujo en ella; Dios no instituyó la muerte desde el principio, sino que
nos la dio como un remedio. En efecto, la vida del hombre, condenada, por
culpa del pecado, a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, comenzó
a ser digna de lástima: era necesario dar fin a estos males, de modo que la
muerte restituyera lo que la vida había perdido. La inmortalidad, en efecto,
es más una carga que un bien, si no entra en juego la gracia.
Nuestro espíritu aspira a abandonar las sinuosidades de esta vida y los
enredos del cuerpo terrenal y llegar a aquella asamblea celestial, a la que
sólo llegan los santos, para cantar a Dios aquella alabanza que, como nos
dice la Escritura, le cantan al son de la cítara: Grandes y maravillosas son
tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh
Rey de los siglos! ¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque
tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu
acatamiento; y también para contemplar, Jesús, tu boda mística, cuando la
esposa, en medio de la aclamación de todos, será transportada de la tierra
al cielo -a ti acude todo mortal-, libre ya de las ataduras de este mundo y
unida al espíritu.
Este deseo expresaba con especial vehemencia el salmista, cuando decía:
Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los
días de mi vida y gozar de la dulzura del Señor.
RESPONSORIO Cf. 2M 12, 45; Mt 13, 43
R. A aquellos que mueren piadosamente * una magnífica recompensa les
está reservada.
V. Los santos brillarán entonces como el sol en el reino de su Padre.
R. Una magnífica recompensa les está reservada.
ORACIÓN.
OREMOS,
Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que, al proclamar nuestra fe en la
resurrección de tu Hijo, se avive también nuestra esperanza en la
resurrección de nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVITATORIO
(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Ant. Al Señor, rey de los que viven, venid, adorémosle.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Al Señor, rey de los que viven, venid, adorémosle.
Himno: QUÉ MISTERIO TAN PROFUNDO.
¡Qué misterio tan profundo
éste de mi propio ser:
he surgido del no-ser
y me exalto y me confundo,
mientras cantando me hundo
en mi nada, y sombra, y lodo!
Soy cadáver a tu modo,
soy sueño, soy despertar,
soy vida, soy palpitar,
soy luz, soy llama, soy todo.
Muerte, que das a mi vida
trascendencia y plenitud,
muerte que ardes de inquietud
como rosa amanecida,
cuando llegues encendida
y silenciosa a mi puerto,
besaré tu boca yerta
y, en el umbral de mi adiós,
al beso inmenso de Dios
me dispondrás, muerte muerta. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Se alegrarán en el Señor los huesos quebrantados.
Salmo 50 – CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Se alegrarán en el Señor los huesos quebrantados.
Ant 2. Líbrame, Señor, de las puertas del abismo.
Cántico: ANGUSTIA DE UN MORIBUNDO Y ALEGRÍA DE LA CURACIÓN Is 38,
10-14. 17-20
Yo pensé: «En medio de mis días
tengo que marchar hacia las puertas del abismo;
me privan del resto de mis años.»
Yo pensé: «Ya no veré más al Señor
en la tierra de los vivos,
ya no miraré a los hombres
entre los habitantes del mundo.
Levantan y enrollan mi vida
como una tienda de pastores.
Como un tejedor devanaba yo mi vida,
y me cortan la trama.»
Día y noche me estás acabando,
sollozo hasta el amanecer.
Me quiebras los huesos como un león,
día y noche me estás acabando.
Estoy piando como una golondrina,
gimo como una paloma.
Mis ojos mirando al cielo se consumen:
¡Señor, que me oprimen, sal fiador por mí!
Me has curado, me has hecho revivir,
la amargura se me volvió paz
cuando detuviste mi alma ante la tumba vacía
y volviste la espalda a todos mis pecados.
El abismo no te da gracias,
ni la muerte te alaba,
ni esperan en tu fidelidad
los que bajan a la fosa.
Los vivos, los vivos son quienes te alaban:
como yo ahora.
El Padre enseña a sus hijos tu fidelidad.
Sálvame, Señor, y tocaremos nuestras arpas
todos nuestros días en la casa del Señor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Líbrame, Señor, de las puertas del abismo.
Ant 3. Alabaré al Señor mientras viva.
Salmo 145 – FELICIDAD DE LOS QUE ESPERAN EN DIOS.
Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.
No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.
Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;
que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.
El Señor guarda a los peregrinos;
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Alabaré al Señor mientras viva.
LECTURA BREVE 1Ts 4, 13
Si creemos que Jesús ha muerto y resucitado, del mismo modo a los que
han muerto en Jesús, Dios los llevará con él.
RESPONSORIO BREVE
V. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
V. Cambiaste mi luto en danza.
R. Porque me has librado.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mi no morirá para siempre.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo.
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya
muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mi no morirá para siempre.
PRECES
Oremos a Dios Padre todopoderoso, que ha resucitado a Jesucristo de entre
los muertos y vivificará también nuestros cuerpos mortales, y digámosle:
Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.
Padre santo, ya que por el bautismo hemos sido sepultados con Cristo en la
muerte y con él hemos resucitado, haz que de tal forma andemos en vida
nueva
que aún después de nuestra muerte vivamos para siempre con Cristo.
Padre providente, que nos has dado el pan vivo bajado del cielo, para que lo
comamos santamente,
haz que al comerlo tengamos vida eterna y resucitemos en el último día.
Señor, que diste a tu Hijo en su agonía el consuelo del ángel,
confórtanos en nuestra agonía con la serena esperanza de la resurrección.
Tú, Señor, que libraste a los tres jóvenes del horno ardiente,
libra también las almas de los difuntos del castigo que sufren por sus
pecados.
Dios y Señor de vivos y de muertos, que resucitaste a Cristo del sepulcro,
resucita también a los difuntos, y a nosotros danos un lugar junto a ellos en
tu gloria.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Porque deseamos que la luz de Cristo ilumine a los vivos y a los muertos,
pidamos al Padre que llegue a todos su reino:
Padre nuestro…
ORACION
Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que, al proclamar nuestra fe en la
resurrección de tu Hijo, se avive también nuestra esperanza en la
resurrección de nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
HORA TERCIA
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: DEJAD QUE EL GRANO SE MUERA
Dejad que el grano se muera
y venga el tiempo oportuno:
dará cien granos por uno
la espiga de primavera.
Mirad que es dulce la espera
cuando los signos son ciertos;
tened los ojos abiertos
y el corazón consolado;
si Cristo ha resucitado,
¡resucitarán los muertos! Amén.
SALMODIA
Ant 1. Vuélvete, Señor, liberta mi alma.
Salmo 69 – DIOS MÍO, VEN EN MI AUXILIO
Dios mío, dígnate librarme;
Señor, date prisa en socorrerme.
Sufran una derrota ignominiosa
los que me persiguen a muerte;
vuelvan la espalda afrentados
los que traman mi daño;
que se retiren avergonzados
los que se ríen de mí.
Alégrense y gocen contigo
todos los que te buscan;
y digan siempre: «Dios es grande»
los que desean tu salvación.
Yo soy pobre y desdichado:
Dios mío, socórreme,
que tú eres mi auxilio y mi liberación.
¡Señor, no tardes!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Salmo 84 – NUESTRA SALVACIÓN ESTA CERCA
Señor, has sido bueno con tu tierra,
has restaurado la suerte de Jacob,
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
has reprimido tu cólera,
has frenado el incendio de tu ira.
Restáuranos, Dios salvador nuestro;
cesa en tu rencor contra nosotros.
¿Vas a estar siempre enojado,
o a prolongar tu ira de edad en edad?
¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz
a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
la fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo;
el Señor dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Salmo 85 – ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS DIFICULTADES.
Inclina tu oído, Señor; escúchame,
que soy un pobre desamparado;
protege mi vida, que soy un fiel tuyo;
salva a tu siervo, que confía en ti.
Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor,
que a ti te estoy llamando todo el día;
alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;
porque tú, Señor, eres bueno y clemente,
rico en misericordia con los que te invocan.
Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.
En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor,
ni hay obras como las tuyas.
Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor;
bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas;
tú eres el único Dios.»
Enséñame, Señor, tu camino,
para que siga tu verdad;
mantén mi corazón entero
en el temor de tu nombre.
Te alabaré de todo corazón, Dios mío;
daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo,
porque me salvaste del abismo profundo.
Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí,
una banda de insolentes atenta contra mi vida,
sin tenerte en cuenta a ti.
Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso,
lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.
Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen,
porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Vuélvete, Señor, liberta mi alma.
LECTURA BREVE Jb 19, 25-26
Sé que mi Redentor vive y que en el ultimo día yo resucitaré de la tierra; y
de nuevo me revestiré de mi piel; y en mi carne veré a Dios.
V. ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas?
R. Espera en Dios, que volverás a alabarlo.
ORACIÓN
OREMOS,
Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que, al proclamar nuestra fe en la
resurrección de tu Hijo, se avive también nuestra esperanza en la
resurrección de nuestros hermanos. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA SEXTA
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.
Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.
Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.
Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Sana, Señor, mi alma, porque he pecado contra ti.
Salmo 122 – EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO
A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos
fijos en las manos de sus señores,
como están los ojos de la esclava
fijos en las manos de su señora,
así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro,
esperando su misericordia.
Misericordia, Señor, misericordia,
que estamos saciados de desprecios;
nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Salmo 123 – NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR
Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
-que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
cuando nos asaltaban los hombres,
nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.
Nos habrían arrollado las aguas,
llegándonos el torrente hasta el cuello;
nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.
Bendito el Señor, que no nos entregó
como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro
de la trampa del cazador:
la trampa se rompió y escapamos.
Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Salmo 124 – EL SEÑOR VELA POR SU PUEBLO.
Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
no tiembla, está asentado para siempre.
Jerusalén está rodeada de montañas,
y el Señor rodea a su pueblo
ahora y por siempre.
No pesará el cetro de los malvados
sobre el lote de los justos,
no sea que los justos extiendan
su mano a la maldad.
Señor, concede bienes a los buenos,
a los sinceros de corazón;
y a los que se desvían por sendas tortuosas,
que los rechace el Señor con los malhechores.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Sana, Señor, mi alma, porque he pecado contra ti.
LECTURA BREVE Sb 1, 13-14a. 15
Dios no hizo la muerte, ni se recrea en la destrucción de los vivientes; todo
lo creó para que subsistiera, porque la justicia es inmortal.
V. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo.
R. Porque tú, Señor, vas conmigo
ORACIÓN
OREMOS,
Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que, al proclamar nuestra fe en la
resurrección de tu Hijo, se avive también nuestra esperanza en la
resurrección de nuestros hermanos. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
HORA NONA
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: DANOS, SEÑOR, LA FIRME VOLUNTAD
Danos, Señor, la firme voluntad,
compañera y sostén de la virtud,
que sabe en la fatiga hallar quietud
y en medio de las sombras claridad:
La que trueca en tesón la veleidad,
y el ocio en perennal solicitud,
y las ásperas fiebres en salud
y los torpes engaños en verdad.
Y así conseguirá mi corazón
que los favores que a tu amor debí
le ofrezcan algún fruto en galardón.
Y aún tú, Señor, conseguirás así
que no llegue a romper mi confusión
la imagen tuya que pusiste en mí. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder.
Salmo 125 – DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.
Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.»
El Señor ha estado grande con nosotros,
y estamos alegres.
Que el Señor cambie nuestra suerte
como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas
cosechan entre cantares.
Al ir, iban llorando,
llevando la semilla;
al volver, vuelven cantando,
trayendo sus gavillas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Salmo 126 – EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.
Si el Señor no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversario en la plaza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Salmo 127 – PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO
¡Dichoso el que teme al Señor
y sigue sus caminos!
Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda,
en medio de tu casa;
tus hijos, como renuevos de olivo,
alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre
que teme al Señor.
Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la prosperidad de Jerusalén
todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Paz a Israel!
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Oh Dios, sálvame por tu nombre, sal por mí con tu poder.
LECTURA BREVE Is 25, 8
Aniquilará Dios la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas
de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país -lo
ha dicho el Señor-.
V. Escucha, Señor, mis súplicas.
R. A ti acude todo mortal.
ORACIÓN
OREMOS,
Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que, al proclamar nuestra fe en la
resurrección de tu Hijo, se avive también nuestra esperanza en la
resurrección de nuestros hermanos. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
VÍSPERAS
(Oración de la tarde)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: SI MORIR NO ES DESPERTAR
Si morir no es despertar,
si es simplemente morir,
¿para qué, muerte, vivir?,
¿para qué, muerte, empezar
esta angustia, este llorar?
Mas, si eres umbral y puerta
del misterio, si honda y cierta
aseguras mi esperanza,
¡qué cima de luz se alcanza
viviendo una vida muerta! Amén.
SALMODIA
Ant 1. El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma.
Salmo 120 – EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.
Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma.
Ant 2. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Salmo 129 – DESDE LO HONDO A TI GRITO, SEÑOR.
Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica.
Si llevas cuenta de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto.
Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora;
porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir?
Ant 3. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así
también el Hijo da vida a los que quiere.
Cántico: CRISTO, SIERVO DE DIOS, EN SU MISTERIO PASCUAL – Flp 2, 6-
11
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios,
al contrario, se anonadó a sí mismo,
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera,
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»;
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así
también el Hijo da vida a los que quiere.
LECTURA BREVE 1Co 15, 55-57
¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? El
aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado es la ley. ¡Demos
gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo!
RESPONSORIO BREVE
V. Por tu misericordia, Señor, dales el descanso eterno.
R. Por tu misericordia, Señor, dales el descanso eterno.
V. Tú, que vendrás a juzgar a los vivos y a los muertos,
R. Dales el descanso eterno.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Por tu misericordia, Señor, dales el descanso eterno.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Todos los que el Padre me ha entregado vendrán a mí, y al que venga
a mí no lo echaré fuera.
Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padresen favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Todos los que el Padre me ha entregado vendrán a mí, y al que venga
a mí no lo echaré fuera.
PRECES
Oremos al Señor Jesús, que transformará nuestro cuerpo frágil en cuerpo
glorioso como el suyo, y digámosle:
Dueño de la vida y de la muerte, escúchanos.
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que resucitaste de entre los muertos a
tu amigo Lázaro,
lleva a una resurrección de vida a los difuntos que rescataste con tu sangre
preciosa.
Señor Jesucristo, consolador de los afligidos, que ante el dolor de los que
lloraban la muerte de Lázaro, del joven de Naím y de la hija de Jairo
acudiste compasivo a enjugar sus lágrimas,
consuela también ahora a los que lloran la muerte de sus seres queridos.
Señor Jesucristo, siempre vivo para interceder por nosotros y por todos los
hombres,
enséñanos a ofrecer el sacrificio de alabanza por los difuntos, para que sean
absueltos de sus pecados.
Cristo salvador, destruye en nuestro cuerpo mortal el dominio del pecado
por el que merecimos la muerte,
para que obtengamos, como don de Dios, la vida eterna.
Cristo redentor, mira benignamente a aquellos que, al no conocerte, viven
sin esperanza,
para que crean también ellos en la resurrección y en la vida del mundo
futuro.
Tú, Señor, que has dispuesto que nuestra casa terrena sea destruida,
concédenos una morada eterna en los cielos.
Se pueden añadir algunas intenciones libres
Porque deseamos que la luz de Cristo ilumine a los vivos y a los muertos,
pidamos al Padre que llegue a todos su reino:
Padre nuestro…
ORACION
Escucha, Señor, nuestras súplicas y haz que, al proclamar nuestra fe en la
resurrección de tu Hijo, se avive también nuestra esperanza en la
resurrección de nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los
siglos de los siglos. Amén
CONCLUSIÓN
V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
eterna.
R. Amén.
COMPLETAS
(Oración antes del descanso nocturno)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
EXAMEN DE CONCIENCIA
Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha
concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros
pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
Himno: CRISTO, SEÑOR DE LA NOCHE
Cristo, Señor de la noche,
que disipas las tinieblas:
mientras los cuerpos reposan,
se tú nuestro centinela.
Después de tanta fatiga,
después de tanta dureza,
acógenos en tus brazos
y danos noche serena.
Si nuestros ojos se duermen,
que el alma esté siempre en vela;
en paz cierra nuestros párpados
para que cesen las penas.
Y que al despuntar el alba,
otra vez con fuerzas nuevas,
te demos gracias, oh Cristo,
por la vida que comienza. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu
presencia.
Salmo 87 – ORACIÓN DE UN HOMBRE GRAVEMENTE ENFERMO
Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
de noche grito en tu presencia;
llegue hasta ti mi súplica,
inclina tu oído a mi clamor.
Porque mi alma está colmada de desdichas,
y mi vida está al borde del abismo;
ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
soy como un inválido.
Tengo mi cama entre los muertos,
como los caídos que yacen en el sepulcro,
de los cuales ya no guardas memoria,
porque fueron arrancados de tu mano.
Me has colocado en lo hondo de la fosa,
en las tinieblas del fondo;
tu cólera pesa sobre mí,
me echas encima todas tus olas.
Has alejado de mí a mis conocidos,
me has hecho repugnante para ellos:
encerrado, no puedo salir,
y los ojos se me nublan de pesar.
Todo el día te estoy invocando,
tendiendo las manos hacia ti.
¿Harás tú maravillas por los muertos?
¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
o tu fidelidad en el reino de la muerte?
¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla
o tu justicia en el país del olvido?
Pero yo te pido auxilio,
por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
¿Por qué, Señor, me rechazas
y me escondes tu rostro?
Desde niño fui desgraciado y enfermo,
me doblo bajo el peso de tus terrores,
pasó sobre mí tu incendio,
tus espantos me han consumido:
me rodean como las aguas todo el día,
me envuelven todos a una;
alejaste de mí amigos y compañeros:
mi compañía son las tinieblas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
LECTURA BREVE Jr 14, 9
Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre
nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro.
RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
velemos con Cristo y descansemos en paz.
CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,
porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
velemos con Cristo y descansemos en paz.
ORACION
OREMOS,
Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a
tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana,
lo imitemos también resucitando a una vida nueva. Por Cristo nuestro
Señor.
Amén.
BENDICIÓN
V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa
muerte.
R. Amén.
ANTIFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN
Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.
Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.