Lunes 17 de junio 2024

TIEMPO ORDINARIO LUNES DE LA SEMANA XI De la Feria. Salterio III

17 de junio

OFICIO DE LECTURA

INVITATORIO

Si ésta es la primera oración del día: V. Señor abre mis labios

R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona: Ant. Entremos a la presencia del Señor dándole gracias.
Si antes se ha rezado ya alguna otra Hora:

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: DIOS DE LA TIERRA Y DEL CIELO

Dios de la tierra y del cielo, que, por dejarlas más claras, las grandes aguas separas, pones un límite al cielo.

Tú que das cauce al riachuelo y alzas la nube a la altura,
tú que, en cristal de frescura, sueltas las aguas del río sobre las tierras de estío, sanando su quemadura,

danos tu gracia, piadoso, para que el viejo pecado
no lleve al hombre engañado a sucumbir a su acoso.

Hazlo en la fe luminoso, alegre en la austeridad,
y hágalo tu claridad
salir de sus vanidades; dale, Verdad de verdades, el amor a tu verdad. Amén.

SALMODIA
Ant 1. Vendrá el Señor y no callará.
Salmo 49 I – LA VERDADERA RELIGIOSIDAD

El Dios de los dioses, el Señor, habla: convoca la tierra de oriente a occidente. Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece: viene nuestro Dios, y no callará.

Lo precede fuego voraz,
lo rodea tempestad violenta.
Desde lo alto convoca cielo y tierra, para juzgar a su pueblo:

«Congregadme a mis fieles,
que sellaron mi pacto con un sacrificio.» Proclame el cielo su justicia;
Dios en persona va a juzgar.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Vendrá el Señor y no callará.
Ant 2. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza. Salmo 49 II

«Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte; Israel, voy a dar testimonio contra ti;
-yo, el Señor, tu Dios-.

No te reprocho tus sacrificios,
pues siempre están tus holocaustos ante mí. Pero no aceptaré un becerro de tu casa,
ni un cabrito de tus rebaños;

pues las fieras de la selva son mías,
y hay miles de bestias en mis montes; conozco todos los pájaros del cielo,
tengo a mano cuanto se agita en los campos.

Si tuviera hambre, no te lo diría; pues el orbe y cuanto lo llena es mío. ¿Comeré yo carne de toros,
beberé sangre de cabritos?

Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza,

cumple tus votos al Altísimo
e invócame el día del peligro:
yo te libraré, y tú me darás gloria.»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.
Ant 3. Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que

holocaustos.

Salmo 49 III

Dios dice al pecador:
«¿Por qué recitas mis preceptos
y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que detestas mi enseñanza
y te echas a la espalda mis mandatos?

Cuando ves un ladrón, corres con él; te mezclas con los adúlteros;
sueltas tu lengua para el mal,
tu boca urde el engaño;

te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre;
esto haces, ¿y me voy a callar? ¿Crees que soy como tú?

Te acusaré, te lo echaré en cara.»

Atención los que olvidáis a Dios,
no sea que os destroce sin remedio.

El que me ofrece acción de gracias, ése me honra;
al que sigue buen camino
le haré ver la salvación de Dios.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Quiero misericordia y no sacrificios, conocimiento de Dios más que holocaustos.

V. Escucha, pueblo mío, que voy a hablarte. R. Yo, el Señor, tu Dios.

PRIMERA LECTURA

Comienza el libro de Esdras 1, 1-8; 2, 68-3, 8

LIBERACIÓN DEL PUEBLO Y RETORNO DE LOS DESTERRADOS. RESTAURACIÓN DEL CULTO

El año primero de Ciro, rey de Persia, el Señor, para cumplir lo qué había anunciado por boca de Jeremías, movió a Ciro de Persia a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino:

«Ciro, rey de Persia, decreta: El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra y me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Los que entre vosotros pertenezcan a ese pueblo, que su Dios los acompañe y suban a Jerusalén de Judá para reconstruir el templo del Señor, Dios de Israel, el Dios que habita en Jerusalén. Y a todos los supervivientes, dondequiera que residan, la gente del lugar les proporcionará plata, oro, hacienda y ganado, además de las ofrendas voluntarias para el templo del Dios de Jerusalén.»

Entonces, todos los que se sintieron movidos por Dios -cabezas de familia de Judá y Benjamín, sacerdotes y levitas- se pusieron en marcha y subieron a reedificar el templo de Jerusalén. Sus vecinos les proporcionaron de todo: plata, oro, hacienda, ganado y otros muchos regalos, además de las ofrendas voluntarias.

El rey Ciro mandó sacar los utensilios del templo que Nabucodonosor se había llevado de Jerusalén para colocarlos en el templo de su dios. Ciro de Persia los consignó al tesorero Mitrídates, que los contó delante de Sesbasar, príncipe de Judá.

Cuando llegaron al templo de Jerusalén, algunos cabezas de familia hicieron donativos para que se reconstruyese en su mismo sitio. De acuerdo con sus posibilidades, entregaron al fondo del culto sesenta y una mil dracmas de oro, cinco mil minas de plata y cien túnicas sacerdotales.

Los sacerdotes, los levitas y parte del pueblo se establecieron en Jerusalén; los cantores, los porteros y los donados, en sus pueblos; y el resto de Israel, en los suyos.

Los israelitas se encontraban ya en sus poblaciones cuando, al llegar el séptimo mes, se reunieron todos a una en Jerusalén. Entonces Josué, hijo de Josadac, con sus parientes los sacerdotes, y Zorobabel, hijo de Salatiel, con sus parientes, se pusieron a construir el altar del Dios de Israel para ofrecer en él holocaustos, como manda la ley de Moisés, hombre de Dios. Levantaron el altar en su antiguo sitio -aunque intimidados por los colonos extranjeros- y ofrecieron en él al Señor los holocaustos matutinos y vespertinos.

Celebraron la fiesta de los Tabernáculos como está mandado, ofreciendo holocaustos según el número y el ritual de cada día; y siguieron ofreciendo el holocausto diario, el de principios de mes, el de las solemnidades dedicadas al Señor y los ofrecidos voluntariamente al Señor.

El día primero del séptimo mes, comenzaron a ofrecer holocaustos al Señor. Pero aún no se habían echado los cimientos del templo. Entonces, de acuerdo con lo autorizado por Ciro de Persia, contrataron canteros y carpinteros, y dieron a los sidonios y tirios alimentos, bebidas y aceite para que enviasen a Jafa, por vía marítima, madera de cedro del Líbano.

A los dos años de haber llegado al templo de Jerusalén, el segundo mes, Zorobabel, hijo de Salatiel, Josué, hijo de Josadac, sus demás parientes sacerdotes y levitas, y todos los que habían vuelto a Jerusalén del cautiverio comenzaron la obra del templo, poniendo al frente de ella a los levitas mayores de veinte años.

RESPONSORIO Is 48, 20; 40, 1

R. Proclamadlo, publicadlo hasta el confín de la tierra, decid: * «El Señor ha rescatado a su siervo Jacob.»
V. «Consolad, consolad a mi pueblo», dice vuestro Dios.
R. El Señor ha rescatado a su siervo Jacob.

SEGUNDA LECTURA

Del Tratado de san Cipriano, obispo y mártir, Sobre la oración del Señor. (Cap. 8-9: CSEL 3, 271-272)

NUESTRA ORACIÓN ES PÚBLICA Y COMÚN

Ante todo, el Doctor de la paz y Maestro de la unidad no quiso que hiciéramos una oración individual y privada, de modo que cada cual rogara sólo por sí mismo. No decimos: «Padre mío, que estás en el cielo», ni: «Dame hoy mi pan de cada día», ni pedimos el perdón de las ofensas sólo para cada uno de nosotros, ni pedimos para cada uno en particular que no caigamos en tentación y que nos libre del mal. Nuestra oración es pública y común, y cuando oramos lo hacemos no por uno solo, sino por todo el pueblo, ya que todo el pueblo somos como uno solo.

El Dios de la paz y el Maestro de la concordia, que nos enseñó la unidad, quiso que orásemos cada uno por todos, del mismo modo que él incluyó a todos los hombres en su persona. Aquellos tres jóvenes encerrados en el horno de fuego observaron esta norma en su oración, pues oraron al unísono y en unidad de espíritu y de corazón; así lo atestigua la sagrada Escritura que, al enseñarnos cómo oraron ellos, nos los pone como ejemplo que debemos imitar en nuestra oración: Entonces -dice- los tres, a una sola voz, se pusieron a cantar, glorificando y bendiciendo a Dios. Oraban los tres a una sola voz, y eso que Cristo aún no les había enseñado a orar.

Por eso fue eficaz su oración, porque agradó al Señor aquella plegaria hecha en paz y sencillez de espíritu. Del mismo modo vemos que oraron también los apóstoles, junto con los discípulos, después de la ascensión del Señor. Todos ellos -dice la Escritura- perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres y de María, la madre de Jesús, y de los hermanos de éste. Perseveraban unánimes en la oración, manifestando con esta asiduidad y concordia de su oración que Dios, que hace habitar unánimes en la casa, sólo admite en la casa divina y eterna a

los que oran unidos en un mismo espíritu.

¡Cuán importantes, cuántos y cuán grandes son, hermanos muy amados, los misterios que encierra la oración del Señor, tan breve en palabras y tan rica en eficacia espiritual! Ella, a manera de compendio, nos ofrece una enseñanza completa de todo lo que hemos de pedir en nuestras oraciones. Vuestra oración -dice el Señor- ha de ser así: «Padre nuestro, que estás en el cielo.»

El hombre nuevo, nacido de nuevo y restituido a Dios por su gracia, dice en primer lugar: Padre, porque ya ha empezado a ser hijo. La Palabra vino a los suyos -dice el Evangelio- y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, a los que creen en su nombre, les dio poder de llegar a ser hijos de Dios. Por esto, el que ha creído en su nombre y ha llegado a ser hijo de Dios debe comenzar por hacer profesión, lleno de gratitud, de su condición de hijo de Dios, llamando Padre suyo al Dios que está en el cielo.

RESPONSORIO Sal 21, 23; 56, 10

R. Contaré tu fama a mis hermanos, * en medio de la asamblea te alabaré. V. Te daré gracias ante los pueblos, Señor; tocaré para ti ante las naciones. R. En medio de la asamblea te alabaré.

ORACIÓN.

OREMOS,
Oh Dios, fuerza de los que en ti esperan, escucha nuestras súplicas y, puesto que el hombre es frágil y sin ti nada puede, concédenos la ayuda de tu gracia, para observar tus mandamientos y agradarte con nuestros deseos y acciones. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

LAUDES

(Oración de la mañana)

INVITATORIO

(Si Laudes no es la primera oración del día
se sigue el esquema del Invitatorio explicado en el Oficio de Lectura)

V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza

Ant. Entremos a la presencia del Señor dándole gracias.

Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA

Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo,

la tierra firme que modelaron sus manos.

Venid, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije: Es un pueblo de corazón extraviado, que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Entremos a la presencia del Señor dándole gracias.

Himno: ERES LA LUZ Y SIEMBRAS CLARIDADES

Eres la luz y siembras claridades; abres los anchos cielos que sostienen, como un pilar, los brazos de tu Padre.

Arrebatada en rojos torbellinos,
el alba apaga estrellas lejanísimas; la tierra se estremece de rocío.

Mientras la noche cede y se disuelve, la estrella matinal, signo de Cristo, levanta el nuevo día y lo establece.

Eres la luz total, Día del Día,
el Uno en todo, el Trino todo en Uno: ¡gloria a tu misteriosa teofanía! Amén.

SALMODIA
Ant 1. Dichosos los que viven en tu casa, Señor. Salmo 83 – AÑORANZA DEL TEMPLO

¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!
Mi alma se consume y anhela
los atrios del Señor,

mi corazón y mi carne
se alegran por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido
donde colocar sus polluelos:
tus altares, Señor de los ejércitos,

Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre.
Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación:

cuando atraviesan áridos valles, los convierten en oasis,
como si la lluvia temprana
los cubriera de bendiciones; caminan de altura en altura hasta ver a Dios en Sión.

Señor de los ejércitos, escucha mi súplica; atiéndeme, Dios de Jacob.
Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo,
mira el rostro de tu Ungido.

Un solo día en tu casa
vale más que otros mil,
y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados.

Porque el Señor es sol y escudo, él da la gracia y la gloria,
el Señor no niega sus bienes
a los de conducta intachable.

¡Señor de los ejércitos, dichoso el hombre

que confía en ti!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichosos los que viven en tu casa, Señor. Ant 2. Venid, subamos al monte del Señor.

Cántico: EL MONTE DE LA CASA DEL SEÑOR EN LA CIMA DE LOS MONTES Is 2, 2-5

Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor, en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas.

Hacia él confluirán los gentiles,
caminarán pueblos numerosos.
Dirán : «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob:

Él nos instruirá en sus caminos,
y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la Ley,
de Jerusalén la palabra del Señor.»

Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos.

De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra.

Casa de Jacob, ven; caminemos a la luz del Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Venid, subamos al monte del Señor.
Ant 3. Cantad al Señor, bendecid su nombre. Salmo 95 – EL SEÑOR, REY Y JUEZ DEL MUNDO.

Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre,

proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria,
sus maravillas a todas las naciones;
porque es grande el Señor, y muy digno de alabanza, más temible que todos los dioses.

Pues los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo; honor y majestad lo preceden,
fuerza y esplendor están en su templo.

Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria y el poder del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas.

Postraos ante el Señor en el atrio sagrado, tiemble en su presencia la tierra toda; decid a los pueblos: «El Señor es rey,
él afianzó el orbe, y no se moverá;

él gobierna a los pueblos rectamente.»

Alégrese el cielo, goce la tierra,
retumbe el mar y cuanto lo llena;
vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque,

delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra:
regirá el orbe con justicia
y los pueblos con fidelidad.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Cantad al Señor, bendecid su nombre.

LECTURA BREVE St 2, 12-13

Hablad y actuad como quienes han de ser juzgados por una ley de libertad. Pues habrá un juicio sin misericordia para quien no practicó misericordia; pero la misericordia triunfa sobre el juicio.

RESPONSORIO BREVE
V. Bendito el Señor ahora y por siempre.

R. Bendito el Señor ahora y por siempre.

V. Solo él hizo maravillas. R. Ahora y por siempre.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. R. Bendito el Señor ahora y por siempre.

CÁNTICO EVANGÉLICO
Ant. Bendito sea el Señor, Dios nuestro.
Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR

Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo. suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas:

Lc 1, 68-79

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos, le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,

el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,

para guiar nuestros pasos por el camino de la paz.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Bendito sea el Señor, Dios nuestro.

PRECES

Invoquemos a Dios, que puso en el mundo a los hombres para que trabajasen concordes para su gloria, y digámosle:

Haz, Señor, que te glorifiquemos.

Te bendecimos, Señor, creador del universo, porque has conservado nuestra vida hasta el día de hoy;
Haz que en toda nuestra jornada te alabemos y te bendigamos.

Míranos benigno, Señor, ahora que vamos a comenzar nuestra labor cotidiana;
haz que, obrando conforme a tu voluntad, cooperemos en tu obra.

Que nuestro trabajo de hoy sea provechoso para nuestros hermanos, y así todos juntos edifiquemos un mundo grato a tus ojos.

A nosotros y a todos los que hoy entrarán en contacto con nosotros, concédenos el gozo y la paz.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Llenos de alegría por nuestra condición de hijos de Dios, digamos confiadamente:

Padre nuestro…

ORACION

Señor Dios, rey de cielos y tierra, dirige y santifica en este día nuestros cuerpos y nuestros corazones, nuestros sentidos, palabras y acciones, según tu ley y tus mandatos; para que, con tu auxilio, podamos ofrecerte hoy en todas nuestras actividades un sacrificio de alabanza grato a tus ojos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

HORA TERCIA

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: EL TRABAJO, SEÑOR, DE CADA DÍA

El trabajo, Señor, de cada día
nos sea por tu amor santificado, convierte su dolor en alegría
de amor, que para dar tú nos has dado.

Paciente y larga es nuestra tarea
en la noche oscura del amor que espera; dulce huésped del alma, al que flaquea dale tu luz, tu fuerza que aligera.

En el alto gozoso del camino,
demos gracias a Dios, que nos concede
la esperanza sin fin del don divino;
todo lo puede en él quien nada puede. Amén.

SALMODIA
Ant 1. Llamé, y él me respondió. Salmo 119 – DESEO DE LA PAZ

En mi aflicción llamé al Señor,
y él me respondió.
Líbrame, Señor, de los labios mentirosos, de la lengua traidora.

¿Qué te va a dar o a mandar Dios, lengua traidora?
Flechas de arquero, afiladas
con ascuas de retama.

¡Ay de mí, desterrado en Masac, acampado en Cadar!
Demasiado llevo viviendo
con los que odian la paz; cuando yo digo: «Paz»,

ellos dicen: «Guerra».

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Llamé, y él me respondió.
Ant 2. El Señor guarda tus entradas y salidas. Salmo 120 – EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.

Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor guarda tus entradas y salidas. Ant 3. Me he alegrado por lo que me dijeron. Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN

¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,

según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo.»
Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Me he alegrado por lo que me dijeron.

LECTURA BREVE 2Co 13, 11

Hermanos, alegraos, trabajad por vuestra perfección, alentaos unos a otros, tened un mismo sentir y vivid en paz; y el Dios del amor y de la paz estará con vosotros.

V. Los ojos del Señor miran a los justos. R. Sus oídos escuchan sus gritos.

ORACIÓN

OREMOS,
Padre óptimo, Dios nuestro, tú has querido que los hombres trabajemos de tal modo, que, cooperando unos con otros, alcancemos éxitos cada vez mejor logrados; ayúdanos, pues, a vivir en medio de nuestros trabajos, sintiéndonos siempre hijos tuyos y hermanos de todos los hombres. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

HORA SEXTA

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.

Este mundo del hombre, en que él se afana tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.

Así el poder de tu presencia encierra el secreto más hondo de esta vida; un nuevo cielo y una nueva tierra colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria inunden nuestra vida eternamente. Amén.

SALMODIA
Ant 1. Yo consulto, Señor, tus leyes, porque con ellas me diste vida.
Salmo 118, 89-96 – CONTEMPLACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS EN LA LEY.

Tu palabra, Señor, es eterna,
más estable que el cielo;
tu fidelidad de generación en generación, igual que fundaste la tierra y permanece; por tu mandamiento subsisten hasta hoy, porque todo está a tu servicio.

Si tu voluntad no fuera mi delicia, ya habría perecido en mi desgracia; jamás olvidaré tus decretos,
pues con ellos me diste vida;
soy tuyo, sálvame,
que yo consulto tus leyes.

Los malvados me esperaban para perderme, pero yo meditaba tus preceptos;
he visto el límite de todo lo perfecto:
tu mandato se dilata sin término.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Yo consulto, Señor, tus leyes, porque con ellas me diste vida.
Ant 2. Tú, Señor, fuiste mi esperanza desde mi juventud.
Salmo 70 I – TÚ, SEÑOR, FUISTE MI ESPERANZA DESDE MI JUVENTUD

A ti, Señor, me acojo:
no quede yo derrotado para siempre;
tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame.

Sé tú mi roca de refugio,
el alcázar donde me salve,
porque mi peña y mi alcázar eres tú.

Dios mío, líbrame de la mano perversa, del puño criminal y violento;

porque tú, Dios mío, fuiste mi esperanza y mi confianza, Señor, desde mi juventud.

En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías,
siempre he confiado en ti.

Muchos me miraban como a un milagro, porque tú eras mi fuerte refugio.
Llena estaba mi boca de tu alabanza
y de tu gloria, todo el día.

No me rechaces ahora en la vejez,
me van faltando las fuerzas, no me abandones; porque mis enemigos hablan de mí,
los que acechan mi vida celebran consejo;

dicen: «Dios lo ha abandonado;
perseguidlo, agarradlo, que nadie lo defiende.»

Dios mío, no te quedes a distancia; Dios mío, ven aprisa a socorrerme.

Que fracasen y se pierdan
los que atentan contra mi vida,
queden cubiertos de oprobio y vergüenza los que buscan mi daño.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú, Señor, fuiste mi esperanza desde mi juventud.
Ant 3. En la vejez y en las canas, no me abandones, Dios mío. Salmo 70 II

Yo, en cambio, seguiré esperando, redoblaré tus alabanzas;
mi boca contará tu auxilio,
y todo el día tu salvación. Proclamaré tus proezas, Señor mío, narraré tu victoria, tuya entera.

Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas;
ahora, en la vejez y las canas,
no me abandones, Dios mío,

hasta que describa tu brazo a la nueva generación,

tus proezas y tus victorias excelsas, las hazañas que realizaste:
Dios mío, ¿quién como tú?

Me hiciste pasar por peligros
muchos y graves:
de nuevo me darás la vida,
me harás subir de lo hondo de la tierra;

acrecerás mi dignidad,
de nuevo me consolarás;
y yo te daré gracias, Dios mío, con el arpa, por tu lealtad;

tocaré para ti la cítara,
Santo de Israel;
te aclamarán mis labios, Señor, mi alma, que tú redimiste;

y mi lengua todo el día
recitará tu auxilio,
porque quedaron derrotados y afrentados los que buscaban mi daño.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. En la vejez y en las canas, no me abandones, Dios mío.

LECTURA BREVE Rm 6, 22

Ahora, libertados del dominio del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis como fruto la santidad, y como desenlace la vida eterna.

V. Tú, Señor, vas a devolvernos la vida. R. Para que tu pueblo se alegre contigo.

ORACIÓN

OREMOS,
Señor, tú eres el dueño de la viña y de los sembrados, tú el que repartes las tareas y distribuyes el justo salario a los trabajadores: ayúdanos a soportar el peso del día y el calor de la jornada sin quejarnos nunca de tus planes. Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor. R. Demos gracias a Dios.

HORA NONA

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: OH JESÚS, QUE EN TU CRUZ HAS DEMOSTRADO

Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado tu gran amor, tu gran misericordia,
y tu fuerza nos das para seguirte
por el mismo camino hacia la gloria.

Que fielmente cumplamos en tu Iglesia nuestra parte en tu obra salvadora,
y, al llegar a la tarde de la vida,
en gozo eterno el Padre nos acoja.

Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
a Jesús, que en su sangre nos redime,
y al Espíritu Santo, luz y guía
de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.

SALMODIA
Ant 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Salmo 125 – DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.

Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía soñar:
la boca se nos llenaba de risas,
la lengua de cantares.

Hasta los gentiles decían:
«El Señor ha estado grande con ellos.» El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.

Que el Señor cambie nuestra suerte como los torrentes del Negueb.
Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares.

Al ir, iban llorando, llevando la semilla;

al volver, vuelven cantando, trayendo sus gavillas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres. Ant 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad. Salmo 126 – EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.

Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores: ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos; una recompensa es el fruto de las entrañas: son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad. Ant 3. Dichoso el que teme al Señor.
Salmo 127 – PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO ¡Dichoso el que teme al Señor

y sigue sus caminos!

Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien;
tu mujer, como una vid fecunda, en medio de tu casa;

tus hijos, como renuevos de olivo,

alrededor de tu mesa:
ésta es la bendición del hombre que teme al Señor.

Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida;
que veas a los hijos de tus hijos. ¡Paz a Israel!

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dichoso el que teme al Señor.

LECTURA BREVE Col 1, 21-22

A vosotros, que antes estabais enajenados y enemigos en vuestra mente por las obras malas, ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne mediante la muerte, presentándoos ante él como santos sin mancha y sin falta.

V. Tañed para el Señor, fieles suyos. R. Dad gracias a su nombre santo.

ORACIÓN

OREMOS,
Tú nos has convocado, Señor, en tu presencia en esta misma hora en que los apóstoles subían al templo para la oración de la tarde: concédenos que las súplicas que ahora te dirigimos en nombre de Jesús, tu Hijo, alcancen la salvación a cuantos lo invocan. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.

R. Demos gracias a Dios.

VÍSPERAS

(Oración de la tarde)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

Himno: LANGUIDECE, SEÑOR, LA LUZ DEL DÍA.

Languidece, Señor, la luz del día
que alumbra la tarea de los hombres; mantén, Señor, mi lámpara encendida, claridad de mis días y mis noches.

Confío en ti, Señor, alcázar mío,
me guíen en la noche tus estrellas, alejas con su luz mis enemigos,
yo sé que mientras duermo no me dejas.

Dichosos los que viven en tu casa gozando de tu amor ya para siempre, dichosos los que llevan la esperanza de llegar a tu casa para verte.

Que sea de tu Día luz y prenda este día en el trabajo ya vivido, recibe amablemente mi tarea, protégeme en la noche del camino.

Acoge, Padre nuestro, la alabanza
de nuestro sacrificio vespertino,
que todo de tu amor es don y gracia
en el Hijo Señor y el Santo Espíritu. Amén.

SALMODIA
Ant 1. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia. Salmo 122 – EL SEÑOR, ESPERANZA DEL PUEBLO

A ti levanto mis ojos,
a ti que habitas en el cielo.
Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores,

como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos
en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.

Misericordia, Señor, misericordia, que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada
del sarcasmo de los satisfechos,
del desprecio de los orgullosos.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestros ojos están fijos en el Señor, esperando su misericordia.
Ant 2. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra. Salmo 123 – NUESTRO AUXILIO ES EL NOMBRE DEL SEÑOR

Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte -que lo diga Israel-,
si el Señor no hubiera estado de nuestra parte, cuando nos asaltaban los hombres,

nos habrían tragado vivos:
tanto ardía su ira contra nosotros.

Nos habrían arrollado las aguas, llegándonos el torrente hasta el cuello; nos habrían llegado hasta el cuello
las aguas espumantes.

Bendito el Señor, que no nos entregó como presa a sus dientes;
hemos salvado la vida como un pájaro de la trampa del cazador:

la trampa se rompió y escapamos.

Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Nuestro auxilio es el nombre del Señor, que hizo el cielo y la tierra. Ant 3. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos. Cántico: EL PLAN DIVINO DE SALVACIÓN – Ef 1, 3-10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

El nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya,

a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Éste es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la tierra.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos.

LECTURA BREVE St 4, 11-13a

No habléis mal unos de otros, hermanos. El que habla mal de un hermano, o juzga a un hermano, habla mal de la ley y juzga a la ley. Y si juzgas a la ley no eres cumplidor de la ley, sino su juez. Uno es el legislador y juez: el que puede salvar o perder. Pero tú, ¿quién eres para juzgar al prójimo?

RESPONSORIO BREVE
V. Sáname, porque he pecado contra ti.

R. Sáname, porque he pecado contra ti. V. Yo dije: «Señor, ten misericordia.»

R. Porque he pecado contra ti.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. Sáname, porque he pecado contra ti. CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.

Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;

porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles

de generación en generación.

El hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque Dios ha mirado mi humillación.

PRECES

Cristo quiere que todos los hombres alcancen la salvación. Digámosle, pues, confiadamente:

Atrae, Señor, a todos hacia ti.

Te bendecimos, Señor, porque nos has redimido con tu preciosa sangre de la esclavitud del pecado;
haz que participemos en la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Ayuda con tu gracia a nuestro obispo N. y a todos los obispos de la Iglesia, para que con gozo y fervor sirvan a tu pueblo.

Que todos los que consagran su vida a la investigación de la verdad logren encontrarla
y que, habiéndola encontrado, se esfuercen por difundirla entre sus hermanos.

Atiende, Señor, a los huérfanos, a las viudas y a los que viven abandonados;
ayúdalos en sus necesidades para que experimenten tu solicitud hacia ellos.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Acoge a nuestros hermanos difuntos en la ciudad santa de la Jerusalén celestial,
allí donde tú, con el Padre y el Espíritu Santo, serás todo en todos.

Adoctrinados por el mismo Señor, nos atrevemos a decir:

Padre nuestro…

ORACION

Señor, tú que con razón eres llamado luz indeficiente, ilumina nuestro espíritu en esta hora vespertina, y dígnate perdonar benignamente nuestras faltas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

COMPLETAS

(Oración antes del descanso nocturno)

INVOCACIÓN INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

EXAMEN DE CONCIENCIA

Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.

Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión:
por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Himno: SE INCLINA YA MI FRENTE

Se inclina ya mi frente, sellado está el trabajo; Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.

Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto, pero el amor enciende su lámpara velando.

Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.

SALMODIA
Ant 1. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.
Salmo 85 – ORACIÓN DE UN POBRE ANTE LAS DIFICULTADES.

Inclina tu oído, Señor; escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo,
pues levanto mi alma hacia ti;

porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración,
atiende a la voz de mi súplica.

En el día del peligro te llamo,
y tú me escuchas.
No tienes igual entre los dioses, Señor, ni hay obras como las tuyas.

Todos los pueblos vendrán
a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre:
«Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.»

Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad;

mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre.

Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre,
por tu grande piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo.

Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida, sin tenerte en cuenta a ti.

Pero tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal,
mírame, ten compasión de mí.

Da fuerza a tu siervo,
salva al hijo de tu esclava;
dame una señal propicia,
que la vean mis adversarios y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Tú, Señor, eres clemente y rico en misericordia.

LECTURA BREVE 1Ts 5, 9-10

Dios nos ha puesto para obtener la salvación por nuestro Señor Jesucristo, que murió por nosotros, para que, velando o durmiendo, vivamos junto con él.

RESPONSORIO BREVE
V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. V. Tú, el Dios leal, nos librarás.

R. Te encomiendo mi espíritu.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu. CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32

Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos

luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

ORACION

OREMOS,
Concede, Señor, a nuestros cuerpos fatigados el descanso necesario, y haz que la simiente del reino que con nuestro trabajo hemos sembrado hoy crezca y germine para la cosecha de la vida eterna. Por Cristo nuestro Señor.
Amén.

BENDICIÓN

V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa muerte.
R. Amén.

ANTIFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN

Salve, Reina de los cielos y Señora de los ángeles; salve raíz, salve puerta, que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa, entre todas la más bella; salve, agraciada doncella, ruega a Cristo por nosotros.

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