Jueves 9 de enero 2025

Invitatorio

Si el Oficio ha de ser rezado a solas, puede decirse la siguiente oración:

Abre, Señor, mi boca para bendecir tu santo nombre; limpia mi corazón de todos los pensamientos vanos, perversos y ajenos; ilumina mi entendimiento y enciende mi sentimiento para que, digna, atenta y devotamente pueda recitar este Oficio, y merezca ser escuchado en la presencia de tu divina majestad. Por Cristo nuestro Señor. Amén.

V. Señor, ábreme los labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Antifona: A Cristo, que se nos ha manifestado, venid, adorémosle.

Salmo 94

    Invitación a la alabanza divina

    Animaos los unos a los otros, día tras día, mientras dure este «hoy». (Hb 3,13)

    Venid, aclamemos al Señor,
    demos vítores a la Roca que nos salva;
    entremos a su presencia dándole gracias,
    aclamándolo con cantos.

    (Se repite la antífona)

    Porque el Señor es un Dios grande,
    soberano de todos los dioses:
    tiene en su mano las simas de la tierra,
    son suyas las cumbres de los montes;
    suyo es el mar, porque él lo hizo,
    la tierra firme que modelaron sus manos.

    (Se repite la antífona)

    Entrad, postrémonos por tierra,
    bendiciendo al Señor, creador nuestro.
    Porque él es nuestro Dios,
    y nosotros su pueblo,
    el rebaño que él guía.

    (Se repite la antífona)

    Ojalá escuchéis hoy su voz:
    «No endurezcáis el corazón como en Meribá,
    como el día de Masá en el desierto;
    cuando vuestros padres me pusieron a prueba
    y me tentaron, aunque habían visto mis obras.

    (Se repite la antífona)

    Durante cuarenta años
    aquella generación me asqueó, y dije:
    “Es un pueblo de corazón extraviado,
    que no reconoce mi camino;
    por eso he jurado en mi cólera
    que no entrarán en mi descanso.”»

    (Se repite la antífona)

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    (Se repite la antífona)

    Notas
    Si el Oficio de lectura se reza antes de Laudes, se empieza con el Invitatorio, como se indica al comienzo. Pero si antes se ha rezado ya alguna otra Hora del Oficio, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
    Cuando el Oficio de lectura forma parte de la celebración de una vigilia dominical o festiva prolongada (Principios y normas generales de la Liturgia de las Horas, núm. 73), antes del himno Te Deum se dicen los cánticos correspondientes y se proclama el evangelio propio de la vigilia dominical o festiva, tal como se indica en Vigilias.
    Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
    Si el Oficio de lectura se dice inmediatamente antes de otra Hora del Oficio, puede decirse como himno del Oficio de lectura el himno propio de esa otra Hora; luego, al final del Oficio de lectura, se omite la oración y la conclusión y se pasa directamente a la salmodia de la otra Hora, omitiendo su versículo introductorio y el Gloria al Padre, etc.
    Cada día hay dos lecturas, la primera bíblica y la segunda hagiográfica, patrística o de escritores eclesiásticos.

    Invocación

    V. Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

    Himno

    • Himno 1

    Ayer, en leve centella,
    te vio Moisés sobre el monte;
    hoy no basta el horizonte
    para contener tu estrella.

    Los magos preguntan; y ella
    de un Dios infante responde

    que en duras pajas se acuesta
    y más se nos manifiesta
    cuanto más hondo se esconde. Amén.

    Salmodia

    Antífona 1: Nos diste, Señor, la victoria sobre el enemigo; por eso damos gracias a tu nombre. (T. P. Aleluya).

    Salmo 43

    ORACIÓN DEL PUEBLO EN LAS CALAMIDADES

    En todo vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado (Rom 8, 37).

    I

    Oh Dios, nuestros oídos lo oyeron,
    nuestros padres nos lo han contado:
    la obra que realizaste en sus días,
    en los años remotos.
    Tú mismo con tu mano desposeíste a los gentiles,
    y los plantaste a ellos;
    trituraste a las naciones,
    y los hiciste crecer a ellos.
    Porque no fue su espada la que ocupó la tierra,
    ni su brazo el que les dio la victoria,
    sino tu diestra y tu brazo y la luz de tu rostro,
    porque tú los amabas.
    Mi rey y mi Dios eres tú,
    que das la victoria a Jacob:
    con tu auxilio embestimos al enemigo,
    en tu nombre pisoteamos al agresor.
    Pues yo no confío en mi arco,
    ni mi espada me da la victoria;
    tú nos das la victoria sobre el enemigo
    y derrotas a nuestros adversarios.
    Dios ha sido siempre nuestro orgullo,
    y siempre damos gracias a tu nombre.

    Antífona 2: Perdónanos, Señor, y no entregues tu heredad al oprobio.

    II

    Ahora, en cambio, nos rechazas y nos avergüenzas,
    y ya no sales, Señor, con nuestras tropas:
    nos haces retroceder ante el enemigo,
    y nuestro adversario nos saquea.
    Nos entregas como ovejas a la matanza
    y nos has dispersado por las naciones;
    vendes a tu pueblo por nada,
    no lo tasas muy alto.
    Nos haces el escarnio de nuestros vecinos,
    irrisión y burla de los que nos rodean;
    nos has hecho el refrán de los gentiles,
    nos hacen muecas las naciones.
    Tengo siempre delante mi deshonra,
    y la vergüenza me cubre la cara
    al oír insultos e injurias,
    al ver a mi rival y a mi enemigo.

    Antífona 3: Levántate, Señor, y redímenos por tu misericordia. (T. P. Aleluya).

    III

    Todo esto nos viene encima,
    sin haberte olvidado
    ni haber violado tu alianza,
    sin que se volviera atrás nuestro corazón
    ni se desviaran de tu camino nuestros pasos;
    y tú nos arrojaste a un lugar de chacales
    y nos cubriste de tinieblas.
    Si hubiéramos olvidado el nombre de nuestro Dios
    y extendido las manos a un dios extraño,
    el Señor lo habría averiguado,
    pues él penetra los secretos del corazón.
    Por tu causa nos degüellan cada día,
    nos tratan como a ovejas de matanza.
    Despierta, Señor, ¿por qué duermes?
    Levántate, no nos rechaces más.
    ¿Por qué nos escondes tu rostro
    y olvidas nuestra desgracia y opresión?
    Nuestro aliento se hunde en el polvo,
    nuestro vientre está pegado al suelo.
    Levántate a socorrernos,
    redímenos por tu misericordia.

    Versículo

    R. El Señor nos instruirá en sus caminos.
    V. Y marcharemos por sus sendas.

    Lecturas

    Primera Lectura

    Del libro del profeta Isaías 63, 7-19

    EL PUEBLO, EN SU ABANDONO, RECUERDA LAS MISERICORDIAS DE DIOS

    Voy a recordar las misericordias del Señor, a cantar sus alabanzas: todo lo que él hizo
    por nosotros, sus muchos beneficios a la casa de Israel, lo que hizo con su compasión y
    con su gran misericordia.
    Él dijo: «Realmente son mi pueblo, hijos que no me traicionarán.» Él fue su salvador en
    el peligro: no fue un mensajero ni un enviado, él en persona los salvó, con su amor y su
    clemencia los rescató, los libró siempre y los alzó en brazos en los tiempos antiguos.
    Pero ellos se rebelaron e irritaron su santo espíritu; entonces él se hizo enemigo de
    ellos y peleó en su contra. Ellos se acordaron de los tiempos antiguos y de Moisés, su
    siervo: ¿Dónde está el que sacó de las aguas al pastor de su rebaño? ¿Dónde el que puso
    en su pecho su santo espíritu? ¿El que estuvo a la derecha de Moisés, guiándolo con su
    brazo glorioso? ¿El que dividió el mar ante ellos, ganándose renombre perpetuo? ¿El que
    los hizo andar sin tropiezo por el fondo del mar, como los caballos a través de la estepa? El
    espíritu del Señor los llevó al descanso, como se guía a un rebaño que baja a la llanura.
    Así te ganaste un renombre glorioso.
    Observa desde el cielo, contempla desde tu morada santa y gloriosa: ¿Dónde está tu
    celo y tu fortaleza, tu entrañable ternura y compasión? No la reprimas, que tú eres
    nuestro Padre: Abraham no sabe de nosotros, Israel no nos reconoce; tú, Señor, eres
    nuestro Padre, tu nombre ha sido siempre desde antiguo: «Redentor nuestro».
    Señor, ¿por qué nos dejas errar fuera de tus caminos y endureces nuestro corazón para
    que no te tema? Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¿Por qué
    un tirano se apodera de tu pueblo santo y los enemigos pisotean tu santuario? Hace
    tiempo que somos como gente a la que tú ya no gobiernas, a la que no se le llama ya por
    tu nombre.
    ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases, derritiendo los montes con tu presencia!

    Responsorio Is 63, 17. 19

    R. Señor, ¿por qué nos extravías de tus caminos y endureces nuestro corazón para que no
    te tema? * ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!
    V. Vuélvete por amor a tu siervo y a las tribus de tu heredad.
    R. ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases!

    Segunda Lectura

    De los sermones de San Proclo de Constantinopla
    (Sermón 7 en la santa Teofanía, 1-3: PG 65, 758-759)

    LA SANTIFICACIÓN DE LAS AGUAS

    Cristo apareció en el mundo, y, al embellecerlo y acabar con su desorden, lo transformó
    en brillante y jubiloso. Hizo suyo el pecado del mundo y acabó con el enemigo del mundo.
    Santificó las fuentes de las aguas e iluminó las almas de los hombres. Acumuló milagros
    sobre milagros cada vez mayores.
    Y así, hoy, tierra y mar se han repartido entre sí la gracia del Salvador, y el universo
    entero se halla bañado en alegría; hoy es precisamente el día que añade prodigios
    mayores y más crecidos a los de la precedente solemnidad.
    Pues en la solemnidad anterior, que era la del nacimiento del Salvador, se alegraba la
    tierra, porque sostenía al Señor en el pesebre; en la presente festividad, en cambio, que
    es la de las Teofanías, el mar es quien salta y se estremece de júbilo; y lo hace porque en
    medio del Jordán encontró la bendición santificadora.
    En la solemnidad anterior se nos mostraba un niño débil, que atestiguaba nuestra
    propia imperfección; en cambio, en la festividad de hoy se nos presenta ya como un
    hombre perfecto, mostrando que procede, como perfecto que es, de quien también lo es.
    En aquel caso, el Rey vestía la púrpura de su cuerpo; en éste, la fuente rodea y como
    recubre al río.
    Atended, pues, a estos nuevos y estupendos prodigios. El Sol de justicia que se purifica
    en el Jordán, el fuego sumergido en el agua, Dios santificado por ministerio de un
    hombre.
    Hoy la creación entera resuena de himnos: Bendito el que viene en nombre del Señor.
    Bendito el que viene en todo momento: pues no es ahora la primera vez.

    Y ¿de quién se trata? Dilo con más claridad, por favor, santo David: El Señor es Dios: él
    nos ilumina. Y no es sólo David quien lo dice, sino que el apóstol Pablo se asocia también
    a su testimonio y dice: Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los
    hombres, enseñándonos. No «para unos cuantos», sino para todos: porque la salvación a
    través del bautismo se otorga a todos, judíos y griegos; el bautismo ofrece a todos un
    mismo y común beneficio.
    Fijaos, mirad este diluvio sorprendente y nuevo, mayor y más prodigioso que el que
    hubo en tiempos de Noé. Entonces, el agua del diluvio acabó con el género humano; en
    cambio, ahora, el agua del bautismo, con la virtud de quien fue bautizado por Juan,
    retorna los muertos a la vida. Entonces, la paloma con la rama de olivo figuró la fragancia
    del olor de Cristo, nuestro Señor; ahora, el Espíritu Santo, al sobrevenir en forma de
    paloma, manifiesta la misericordia del Señor.

    Responsorio

    R. Hoy se manifestó a nosotros el que es «Luz de Luz», al cual bautizó Juan en el Jordán:
    * Nosotros creemos firmemente y proclamamos que nació de la Virgen María.
    V. Los cielos se abrieron sobre él y se oyó la voz del Padre.
    R. Nosotros creemos firmemente y proclamamos que nació de la Virgen María.

    Oración

    Oremos:

    Señor, luz radiante de todas las naciones, concede a los pueblos de la tierra gozar de una
    paz estable, e ilumina nuestros corazones con aquella luz espléndida que condujo a
    nuestros padres al conocimiento de tu Hijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

    Amén.

    Conclusión

    Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.

    Laudes

    Notas
    Si Laudes es la primera celebración del día se empieza con el versículo del Invitatorio:
    V. Señor, abre mis labios.
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
    Luego puede decirse el salmo del Invitatorio, con su antífona, como se indica al comienzo, o, si se prefiere, omitido el salmo, se dice en seguida el himno. Si antes de Laudes se ha celebrado ya el Oficio de lectura, se comienza con la invocación mostrada en este formulario.
    Además de los himnos que aparecen aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.

    Invocación

    V. Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

    Himno

    • Himno 1

    Reyes que venís por ellas,
    no busquéis estrellas ya,
    porque donde el sol está
    no tienen luz las estrellas.

    Mirando sus luces bellas,
    no sigáis la vuestra ya,
    porque donde el sol está
    no tienen luz las estrellas.

    Aquí parad, que aquí está
    quien luz a los cielos da:
    Dios es el puerto más cierto,
    y si habéis hallado puerto
    no busquéis estrellas ya.

    No busquéis la estrella ahora:
    que su luz ha oscurecido
    este Sol recién nacido
    en esta Virgen Aurora.

    Ya no hallaréis luz en ellas,
    el Niño os alumbra ya,
    porque donde el sol está
    no tienen luz las estrellas.

    Aunque eclipsarse pretende,
    no reparéis en su llanto,
    porque nunca llueve tanto
    como cuando el sol se enciende.

    Aquellas lágrimas bellas
    la estrella oscurecen ya,
    porque donde el sol está
    no tienen luz las estrellas. Amén.

    Salmodia

    Antífona 1: Despierta tu poder, Señor, y ven a salvarnos.

    Salmo 79

    Ven, Señor, a visitar tu viña

    Ven, Señor Jesús. (Ap 22,20)

    Pastor de Israel, escucha,
    tú que guías a José como a un rebaño;
    tú que te sientas sobre querubines, resplandece
    ante Efraín, Benjamín y Manasés;
    despierta tu poder y ven a salvarnos.

    Oh Dios, restáuranos,
    que brille tu rostro y nos salve.

    Señor, Dios de los ejércitos,
    ¿hasta cuándo estarás airado
    mientras tu pueblo te suplica?

    Les diste a comer llanto,
    a beber lágrimas a tragos;
    nos entregaste a las contiendas de nuestros vecinos,
    nuestros enemigos se burlan de nosotros.

    Dios de los ejércitos, restáuranos,
    que brille tu rostro y nos salve.

    Sacaste una vid de Egipto,
    expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste;
    le preparaste el terreno, y echó raíces
    hasta llenar el país;
    su sombra cubría las montañas,
    y sus pámpanos, los cedros altísimos;
    extendió sus sarmientos hasta el mar,
    y sus brotes hasta el Gran Río.

    ¿Por qué has derribado su cerca
    para que la saqueen los viandantes,
    la pisoteen los jabalíes
    y se la coman las alimañas?
    Dios de los ejércitos, vuélvete:
    mira desde el cielo, fíjate,
    ven a visitar tu viña,
    la cepa que tu diestra plantó,
    y que tú hiciste vigorosa.

    La han talado y le han prendido fuego;
    con un bramido hazlos perecer.
    Que tu mano proteja a tu escogido,
    al hombre que tú fortaleciste.
    No nos alejaremos de ti:
    danos vida, para que invoquemos tu nombre.

    Señor, Dios de los ejércitos, restáuranos,
    que brille tu rostro y nos salve.

    Antífona 2: Anunciad a toda la tierra que el Señor hizo proezas.

    Is 12,1-6

    Acción de gracias del pueblo salvado

    El que tenga sed, que venga a mí, y que beba. (Jn 7,37)

    Te doy gracias, Señor,
    porque estabas airado contra mí,
    pero ha cesado tu ira
    y me has consolado.

    Él es mi Dios y Salvador:
    confiaré y no temeré,
    porque mi fuerza y mi poder es el Señor,
    él fue mi salvación.

    Y sacaréis aguas con gozo
    de las fuentes de la salvación.
    Aquel día diréis:
    «Dad gracias al Señor,
    invocad su nombre,
    contad a los pueblos sus hazañas,
    proclamad que su nombre es excelso.

    Tañed para el Señor, que hizo proezas,
    anunciadlas a toda la tierra;
    gritad jubilosos, habitantes de Sión:
    “Qué grande es en medio de ti
    el Santo de Israel.”»

    Antífona 3: Aclamad a Dios, nuestra fuerza.

    Salmo 80

    Solemne renovación de la alianza

    Que ninguno de vosotros tenga un corazón malo e incrédulo. (Hb 3,12)

    Aclamad a Dios, nuestra fuerza;
    dad vítores al Dios de Jacob:

    acompañad, tocad los panderos,
    las cítaras templadas y las arpas;
    tocad la trompeta por la luna nueva,
    por la luna llena, que es nuestra fiesta.

    Porque es una ley de Israel,
    un precepto del Dios de Jacob,
    una norma establecida para José
    al salir de Egipto.

    Oigo un lenguaje desconocido:
    «Retiré sus hombros de la carga,
    y sus manos dejaron la espuerta.

    Clamaste en la aflicción, y te libré,
    te respondí oculto entre los truenos,
    te puse a prueba junto a la fuente de Meribá.

    Escucha, pueblo mío, doy testimonio contra ti;
    ¡ojalá me escuchases, Israel!

    No tendrás un dios extraño,
    no adorarás un dios extranjero;
    yo soy el Señor, Dios tuyo,
    que te saqué del país de Egipto;
    abre la boca que te la llene.»

    Pero mi pueblo no escuchó mi voz,
    Israel no quiso obedecer:
    los entregué a su corazón obstinado,
    para que anduviesen según sus antojos.

    ¡Ojalá me escuchase mi pueblo
    y caminase Israel por mi camino!:
    en un momento humillaría a sus enemigos
    y volvería mi mano contra sus adversarios;

    los que aborrecen al Señor te adularían,
    y su suerte quedaría fijada;
    te alimentaría con flor de harina,
    te saciaría con miel silvestre.

    Lectura Breve

    Is 49, 8-9a

    Te he constituido como alianza del pueblo, para restaurar el país, para repartir las
    heredades desoladas, para decir a los cautivos: «Salid», y a los que están en tinieblas:
    «Venid a la luz.»

    Responsorio Breve

    V. Se postrarán ante él todos los reyes.
    R. Se postrarán ante él todos los reyes.
    V. Todos los pueblos le servirán.
    R. Y todos los reyes.
    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. Se postrarán ante él todos los reyes.

    Canto Evangélico

    Antifona: Hemos visto su estrella en oriente y hemos venido con presentes a adorar al Señor.

    Benedictus Lc 1, 68-79

    El Mesías y su precursor

    + Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
    porque ha visitado y redimido a su pueblo,
    suscitándonos una fuerza de salvación
    en la casa de David, su siervo,
    según lo había predicho desde antiguo,
    por boca de sus santos profetas.

    Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
    y de la mano de todos los que nos odian;
    realizando la misericordia
    que tuvo con nuestros padres,
    recordando su santa alianza
    y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

    Para concedernos que, libres de temor,
    arrancados de la mano de los enemigos,
    le sirvamos con santidad y justicia,
    en su presencia, todos nuestros días.

    Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
    porque irás delante del Señor
    a preparar sus caminos,
    anunciando a su pueblo la salvación,
    el perdón de sus pecados.

    Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
    nos visitará el sol que nace de lo alto,
    para iluminar a los que viven en tinieblas
    y en sombra de muerte,
    para guiar nuestros pasos
    por el camino de la paz.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Preces

    Acudamos a Cristo, Palabra eterna engendrada por el Padre antes del comienzo del mundo
    y nacido como hombre en el momento culminante de la historia, y aclamémoslo, alegres,
    diciendo:
    Bendito seas, Señor.
    Oh Cristo, Hijo de Dios vivo, que existes antes que el mundo fuera creado y viniste en el
    tiempo a la tierra para salvar al hombre,

    — haz que todos seamos testigos de la Buena Noticia de la salvación.
    Sol de justicia, que brillas desde el seno del Padre e iluminas a todo el orbe,
    — sé luz para todos los que yacen en tiniebla y en sombra de muerte.
    Tú que quisiste ser niño y fuiste colocado en un pesebre,
    — renueva en nosotros la sencillez de la infancia.
    Tú que para darnos la vida eterna has querido ser nuestro pan vivo,
    — alegra nuestro espíritu con la celebración de la eucaristía.
    Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
    Ya que somos de la familia de Dios, digamos con gran confianza a nuestro Padre del cielo:
    Padre nuestro.

    Padre Nuestro

    Padre nuestro, que estás en el cielo,
    santificado sea tu nombre,
    venga tu reino,
    hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
    Danos hoy nuestro pan de cada día,
    perdona nuestras ofensas,
    como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
    no nos dejes caer en tentación,
    y líbranos del mal.

    Oración

    Oremos:

    Señor, luz radiante de todas las naciones, concede a los pueblos de la tierra gozar de una
    paz estable, e ilumina nuestros corazones con aquella luz espléndida que condujo a
    nuestros padres al conocimiento de tu Hijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

    Amén.

    Conclusión

    Si preside el obispo, es conveniente que éste bendiga al pueblo con la bendición solemne:

    V. El Señor esté con vosotros.
    R. Y con tu espíritu.
    V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
    R. Amén.
    V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
    R. Amén.

    Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo, o bien con la bendición común:

    V. El Señor esté con vosotros.
    R. Y con tu espíritu.
    V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
    R. Amén.

    Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:

    V. Podéis ir en paz.
    R. Demos gracias a Dios.

    En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

    V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
    R. Amén.

    Tercia

    Notas

    • En la Hora intermedia nunca se hace mención de las memorias de los santos.

    Invocación

    V. Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, Y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (T. P. Aleluya).

    Himno

    • Himno 1
    • Himno 2
    • Himno 3

    El mundo brilla de alegría.
    Se renueva la faz de la tierra.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.

    Esta es la hora
    en que rompe el Espíritu
    el techo de la tierra,
    y una lengua de fuego innumerable
    purifica, renueva, enciende, alegra
    las entrañas del mundo.

    Esta es la fuerza
    que pone en pie a la Iglesia
    en medio de las plazas
    y levanta testigos en el pueblo,
    para hablar con palabras como espadas
    delante de los jueces.

    Llama profunda,
    que escrutas e iluminas
    el corazón del hombre:
    restablece la fe con tu noticia,
    y el amor ponga en vela la esperanza,
    hasta que el Señor vuelva.

    Salmodia

    Antífona 1: Más estimo yo los preceptos de tu boca, Señor, que miles de monedas de oro y plata.

    Salmo 118,65-72

    IX (Teth)

    Has dado bienes a tu siervo,
    Señor, con tus palabras;
    enséñame a gustar y a comprender,
    porque me fío de tus mandatos;
    antes de sufrir, yo andaba extraviado,
    pero ahora me ajusto a tu promesa.

    Tú eres bueno y haces el bien;
    instrúyeme en tus leyes;
    los insolentes urden engaños contra mí,
    pero yo custodio tus leyes;
    tienen el corazón espeso como grasa,
    pero mi delicia es tu voluntad.

    Me estuvo bien el sufrir,
    así aprendí tus mandamientos;
    más estimo yo los preceptos de tu boca
    que miles de monedas de oro y plata.

    Antífona 2: Más estimo yo los preceptos de tu boca, Señor, que miles de monedas de oro y plata.

    Salmo 55,2-7b.9-14

    Confianza en la palabra de Dios

    En este salmo aparece Cristo en su pasión. (S. Jerónimo)

    Misericordia, Dios mío, que me hostigan,
    me atacan y me acosan todo el día;
    todo el día me hostigan mis enemigos,
    me atacan en masa.

    Levántame en el día terrible,
    yo confío en ti.

    En Dios, cuya promesa alabo,
    en Dios confío y no temo:
    ¿qué podrá hacerme un mortal?

    Todos los días discuten y planean
    pensando sólo en mi daño;
    buscan un sitio para espiarme,
    acechan mis pasos y atentan contra mi vida.

    Anota en tu libro mi vida errante,
    recoge mis lágrimas en tu odre, Dios mío.

    Que retrocedan mis enemigos cuando te invoco,
    y así sabré que eres mi Dios.

    En Dios, cuya promesa alabo,
    en el Señor, cuya promesa alabo,
    en Dios confío y no temo;
    ¿qué podrá hacerme un hombre?

    Te debo, Dios mío, los votos que hice,
    los cumpliré con acción de gracias;
    porque libraste mi alma de la muerte,
    mis pies de la caída;
    para que camine en presencia de Dios
    a la luz de la vida.

    Antífona 3: Más estimo yo los preceptos de tu boca, Señor, que miles de monedas de oro y plata.

    Salmo 56

    Oración matutina de un afligido

    Este salmo canta la pasión del Señor. (S. Agustín)

    Misericordia, Dios mío, misericordia,
    que mi alma se refugia en ti;
    me refugio a la sombra de tus alas
    mientras pasa la calamidad.

    Invoco al Dios altísimo,
    al Dios que hace tanto por mí:
    desde el cielo me enviará la salvación,
    confundirá a los que ansían matarme,
    enviará su gracia y su lealtad.

    Estoy echado entre leones
    devoradores de hombres;
    sus dientes son lanzas y flechas,
    su lengua es una espada afilada.

    Elévate sobre el cielo, Dios mío,
    y llene la tierra tu gloria.

    Han tendido una red a mis pasos
    para que sucumbiera;
    me han cavado delante una fosa,
    pero han caído en ella.

    Mi corazón está firme, Dios mío,
    mi corazón está firme.
    Voy a cantar y a tocar:
    despierta, gloria mía;
    despertad, cítara y arpa;
    despertaré a la aurora.

    Te daré gracias ante los pueblos, Señor;
    tocaré para ti ante las naciones:
    por tu bondad, que es más grande que los cielos;
    por tu fidelidad, que alcanza a las nubes.

    Elévate sobre el cielo, Dios mío,
    y llene la tierra tu gloria.

    Lectura Breve

    1 Tm 1, 15

    Sentencia verdadera y digna de universal adhesión es ésta: Cristo Jesús vino al mundo
    para salvar a los pecadores.
    V. Apareció en la tierra.
    R. Y convivió entre los hombres.

    Responsorio Breve

    V. Correré, Señor, por el camino de tus mandatos.
    R. Cuando me ensanches el corazón.

    Oración

    Oremos:

    Señor, luz radiante de todas las naciones, concede a los pueblos de la tierra gozar de una
    paz estable, e ilumina nuestros corazones con aquella luz espléndida que condujo a
    nuestros padres al conocimiento de tu Hijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

    Amén.

    Conclusión

    Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.

    Sexta

    Notas

    • En la Hora intermedia nunca se hace mención de las memorias de los santos.

    Invocación

    V. Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, Y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (T. P. Aleluya).

    Himno

    • Himno 1
    • Himno 2
    • Himno 3

    Te está cantando el martillo
    y rueda en tu honor la rueda.
    Puede que la luz no pueda
    librar del humo su brillo.
    ¡Qué sudoroso y sencillo
    te pones a mediodía,
    Dios de esta dura porfía
    de estar sin pausa creando,
    y verte necesitando
    del hombre más cada día!

    Quien diga que Dios ha muerto
    que salga a la luz y vea
    si el mundo es o no tarea
    de un Dios que sigue despierto.
    Ya no es su sitio el desierto
    ni en la montaña se esconde;
    decid, si preguntan dónde,
    que Dios está —sin mortaja—
    en donde un hombre trabaja
    y un corazón le responde. Amén.

    Salmodia

    Antífona 1: Tu bondad, Señor, es más grande que los cielos.

    Salmo 122

    El Señor, esperanza del pueblo

    Dos ciegos… se pusieron a gritar: «¡Ten compasión de nosotros, Señor, Hijo de David!». (Mt 20,30)

    A ti levanto mis ojos,
    a ti que habitas en el cielo.

    Como están los ojos de los esclavos
    fijos en las manos de sus señores,
    como están los ojos de la esclava
    fijos en las manos de su señora,
    así están nuestros ojos
    en el Señor, Dios nuestro,
    esperando su misericordia.

    Misericordia, Señor, misericordia,
    que estamos saciados de desprecios;
    nuestra alma está saciada
    del sarcasmo de los satisfechos,
    del desprecio de los orgullosos.

    Antífona 2: Tu bondad, Señor, es más grande que los cielos.

    Salmo 123

    Nuestro auxilio es el nombre del Señor

    Dijo el Señor a Pablo: «No temas…, que yo estoy contigo». (Hch 18,9.10)

    Si el Señor no hubiera estado de nuestra parte
    —que lo diga Israel—,
    si el Señor no hubiera estado de nuestra parte,
    cuando nos asaltaban los hombres,
    nos habrían tragado vivos:
    tanto ardía su ira contra nosotros.

    Nos habrían arrollado las aguas,
    llegándonos el torrente hasta el cuello;
    nos habrían llegado hasta el cuello
    las aguas espumantes.

    Bendito el Señor, que no nos entregó
    en presa a sus dientes;
    hemos salvado la vida, como un pájaro
    de la trampa del cazador:
    la trampa se rompió, y escapamos.

    Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
    que hizo el cielo y la tierra.

    Antífona 3: Tu bondad, Señor, es más grande que los cielos.

    Salmo 124

    El Señor vela por su pueblo

    Paz sobre el Israel de Dios. (Ga 6,16)

    Los que confían en el Señor son como el monte Sión:
    no tiembla, está asentado para siempre.

    Jerusalén está rodeada de montañas,
    y el Señor rodea a su pueblo
    ahora y por siempre.

    No pesará el cetro de los malvados
    sobre el lote de los justos,
    no sea que los justos extiendan
    su mano a la maldad.

    Señor, concede bienes a los buenos,
    a los sinceros de corazón;
    y a los que se desvían por sendas tortuosas,
    que los rechace el Señor con los malhechores.
    ¡Paz a Israel!

    Lectura Breve

    Ap 21, 23-24

    La ciudad santa de Jerusalén no necesita ni de sol ni de luna que la alumbren, porque la
    ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero. Las naciones caminarán a su luz, y
    los reyes de la tierra irán a llevarle su esplendor.
    V. Los pueblos verán a tu Justo.
    R. Y los reyes de la tierra a tu Héroe.

    Responsorio Breve

    V. Tú eres bueno, Señor, y haces el bien.
    R. Instrúyeme en tus leyes.

    Oración

    Oremos:

    Señor, luz radiante de todas las naciones, concede a los pueblos de la tierra gozar de una
    paz estable, e ilumina nuestros corazones con aquella luz espléndida que condujo a
    nuestros padres al conocimiento de tu Hijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

    Amén.

    Conclusión

    Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.

    Nona

    Notas

    • En la Hora intermedia nunca se hace mención de las memorias de los santos.

    Invocación

    V. Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, Y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (T. P. Aleluya).

    Himno

    • Himno 1
    • Himno 2
    • Himno 3

    Fundamento de todo lo que existe,
    de tu pueblo elegido eterna roca,
    de los tiempos Señor, que prometiste
    dar tu vigor al que con fe te invoca.

    Mira al hombre que es fiel y no te olvida,
    tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
    para amarte y servirte en esta vida
    y gozarte después de santa muerte.

    Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
    en este atardecer que se avecina,
    serena claridad y dulce brisa
    será tu amor que todo lo domina. Amén.

    Salmodia

    Antífona 1: Yo invoco a Dios, y el Señor me salva.

    Salmo 125

    Dios, alegría y esperanza nuestra

    Si sois compañeros en el sufrir, también lo sois en el buen ánimo. (2Co 1,7)

    Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
    nos parecía soñar:
    la boca se nos llenaba de risas,
    la lengua de cantares.

    Hasta los gentiles decían:
    «El Señor ha estado grande con ellos.»
    El Señor ha estado grande con nosotros,
    y estamos alegres.

    Que el Señor cambie nuestra suerte,
    como los torrentes del Negueb.
    Los que sembraban con lágrimas
    cosechan entre cantares.

    Al ir, iba llorando,
    llevando la semilla;
    al volver, vuelve cantando,
    trayendo sus gavillas.

    Antífona 2: Yo invoco a Dios, y el Señor me salva.

    Salmo 126

    El esfuerzo humano es inútil sin Dios

    Sois edificio de Dios. (1Co 3,9)

    Si el Señor no construye la casa,
    en vano se cansan los albañiles;
    si el Señor no guarda la ciudad,
    en vano vigilan los centinelas.

    Es inútil que madruguéis,
    que veléis hasta muy tarde,
    que comáis el pan de vuestros sudores:
    ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

    La herencia que da el Señor son los hijos;
    su salario, el fruto del vientre:
    son saetas en mano de un guerrero
    los hijos de la juventud.

    Dichoso el hombre que llena
    con ellas su aljaba:
    no quedará derrotado cuando litigue
    con su adversario en la plaza.

    Antífona 3: Yo invoco a Dios, y el Señor me salva.

    Salmo 127

    Paz doméstica en el hogar del justo

    «Que el Señor te bendiga desde Sión», es decir, desde su Iglesia. (Arnobio)

    Dichoso el que teme al Señor
    + y sigue sus caminos.

    Comerás del fruto de tu trabajo,
    serás dichoso, te irá bien;
    tu mujer, como parra fecunda,
    en medio de tu casa;

    tus hijos, como renuevos de olivo,
    alrededor de tu mesa:
    ésta es la bendición del hombre
    que teme al Señor.

    Que el Señor te bendiga desde Sión,
    que veas la prosperidad de Jerusalén
    todos los días de tu vida;
    que veas a los hijos de tus hijos.
    ¡Paz a Israel!

    Lectura Breve

    1 Jn 1, 5

    El mensaje que de él hemos recibido y os transmitimos es éste: Dios es luz y en él no hay
    tiniebla alguna.
    V. Bendecid, pueblos, a nuestro Dios.
    R. Haced resonar sus alabanzas.

    Responsorio Breve

    V. Indícame, Señor, el camino que he de seguir.
    R. Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.

    Oración

    Oremos:

    Señor, luz radiante de todas las naciones, concede a los pueblos de la tierra gozar de una
    paz estable, e ilumina nuestros corazones con aquella luz espléndida que condujo a
    nuestros padres al conocimiento de tu Hijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

    Amén.

    Conclusión

    Después de la oración conclusiva, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.

    Vísperas

    Invocación

    V. Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

    Himno

    • Himno 1

    Confiada mira la luz dorada
    que a ti hoy llega, Jerusalén:
    de tu Mesías ve la alborada
    sobre Belén.

    El mundo todo ve hoy gozoso
    la luz divina sobre Israel;
    la estrella muestra al prodigioso
    rey Emmanuel.

    Ya los tres magos, desde el Oriente,
    la estrella viendo, van de ella en pos;
    dan sus primicias de amor ferviente
    al niño Dios.

    Ofrenda de oro que es Rey declara,
    incienso ofrece a Dios su olor,
    predice mirra muerte preclara,
    pasión, dolor.

    La voz del Padre, Cristo, te llama
    su predilecto, sobre el Jordán.
    Dios en los hombres hoy te proclaman
    valiente Juan.

    Virtud divina resplandecía
    del que del agua vino sacó,
    cuando el anuncio de Eucaristía
    Caná bebió.

    A darte gloria, Señor, invita
    la luz que al hombre viniste a dar,
    luz que nos trae gloria infinita
    de amor sin par. Amén.

    Salmodia

    Antífona 1: Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta el fin de la tierra.

    Salmo 71,1-11

    Poder real del Mesías

    Abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. (Mt 2,11)

    Dios mío, confía tu juicio al rey,
    tu justicia al hijo de reyes,
    para que rija a tu pueblo con justicia,
    a tus humildes con rectitud.

    Que los montes traigan paz,
    y los collados justicia;
    que él defienda a los humildes del pueblo,
    socorra a los hijos del pobre
    y quebrante al explotador.

    Que dure tanto como el sol,
    como la luna, de edad en edad;
    que baje como lluvia sobre el césped,
    como llovizna que empapa la tierra.

    Que en sus días florezca la justicia
    y la paz hasta que falte la luna;
    que domine de mar a mar,
    del Gran Río al confín de la tierra.

    Que en su presencia se inclinen sus rivales;
    que sus enemigos muerdan el polvo;
    que los reyes de Tarsis y de las islas
    le paguen tributo.

    Que los reyes de Saba y de Arabia
    le ofrezcan sus dones;
    que se postren ante él todos los reyes,
    y que todos los pueblos le sirvan.

    Antífona 2: Socorrerá el Señor a los hijos del pobre, rescatará sus vidas de la violencia.

    Salmo 71,12-20

    Él librará al pobre que clamaba,
    al afligido que no tenía protector;
    + él se apiadará del pobre y del indigente,
    y salvará la vida de los pobres;
    él rescatará sus vidas de la violencia,
    su sangre será preciosa a sus ojos.

    Que viva y que le traigan el oro de Saba;
    que recen por él continuamente
    y lo bendigan todo el día.

    Que haya trigo abundante en los campos,
    y susurre en lo alto de los montes;
    que den fruto como el Líbano,
    y broten las espigas como hierba del campo.

    Que su nombre sea eterno,
    y su fama dure como el sol;
    que él sea la bendición de todos los pueblos,
    y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

    Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
    el único que hace maravillas;
    bendito por siempre su nombre glorioso;
    que su gloria llene la tierra.
    ¡Amén, amén!

    Antífona 3: Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

    Ap 11, 17-18;12,10b-12a

    El juicio de Dios

    Gracias te damos, Señor Dios omnipotente,
    el que eres y el que eras,
    porque has asumido el gran poder
    y comenzaste a reinar.

    Se encolerizaron las gentes,
    llegó tu cólera,
    y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
    y de dar el galardón a tus siervos, los profetas,
    y a los santos y a los que temen tu nombre,
    y a los pequeños y a los grandes,
    y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

    Ahora se estableció la salud y el poderío,
    y el reinado de nuestro Dios,
    y la potestad de su Cristo;
    porque fue precipitado
    el acusador de nuestros hermanos,
    el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.

    Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
    y por la palabra del testimonio que dieron,
    y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
    Por esto, estad alegres, cielos,
    y los que moráis en sus tiendas.

    Lectura Breve

    Col 1, 13-15

    Dios nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo
    querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es
    imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura.

    Responsorio Breve

    V. Será la bendición de todos los pueblos.
    R. Será la bendición de todos los pueblos.
    V. Lo proclamarán dichoso todas las razas de la tierra.
    R. Todos los pueblos.
    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. Será la bendición de todos los pueblos.

    Canto Evangélico

    Antifona: Preguntó Herodes a los magos: «¿Qué signo habéis visto sobre el Rey recién
    nacido?» «Vimos una estrella resplandeciente, cuyo fulgor ilumina al mundo entero.»

    Magnificat Lc 1, 46-55

    Alegría del alma en el Señor

    Proclama mi alma la grandeza del Señor,
    se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
    porque ha mirado la humillación de su esclava.

    Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
    porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
    su nombre es santo,
    y su misericordia llega a sus fieles
    de generación en generación.

    Él hace proezas con su brazo:
    dispersa a los soberbios de corazón,
    derriba del trono a los poderosos
    y enaltece a los humildes,
    a los hambrientos los colma de bienes
    y a los ricos los despide vacíos.

    Auxilia a Israel, su siervo,
    acordándose de la misericordia
    —como lo había prometido a nuestros padres—
    en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Preces

    Glorifiquemos a Cristo, Palabra de Dios, que ha venido para arrojar a lo hondo del mar
    todos nuestros delitos y, llenos de confianza en su poder, digámosle suplicantes:
    Muéstranos, Señor, tu misericordia.
    Sacerdote eterno, que al entrar en el mundo llevaste a plenitud el culto divino,
    — haz que, por medio de la Iglesia, todos participen del culto que tú has instituido.
    Médico de las almas y de los cuerpos, que viniste a visitar a los que estábamos enfermos,
    — concede la salud a quienes carecen de ella y fortifica a los que se sienten débiles.
    Tú que en tu nacimiento eres motivo de alegría y paz para todos,
    — ayuda a los pobres, compadécete de los pecadores, y haz que todos encuentren en ti
    su alegría.
    Rey vencedor, que has venido a destruir las cadenas de nuestra antigua esclavitud,
    — haz justicia a los oprimidos y consuela a los encarcelados.
    Aquí se pueden añadir algunas intenciones libres.
    Tú que has venido al mundo para ser la puerta de entrada en el cielo,
    — haz que los difuntos tengan, por ti, acceso al Padre
    Con el deseo de que la luz de Cristo ilumine a todo los hombres y que su amor se extienda
    por toda la tierra pidamos al Padre que su reino venga a nosotros: Padre nuestro.

    Padre Nuestro

    Padre nuestro, que estás en el cielo,
    santificado sea tu nombre,
    venga tu reino,
    hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
    Danos hoy nuestro pan de cada día,
    perdona nuestras ofensas,
    como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
    no nos dejes caer en tentación,
    y líbranos del mal.

    Oración

    Señor, luz radiante de todas las naciones, concede a los pueblos de la tierra gozar de una
    paz estable, e ilumina nuestros corazones con aquella luz espléndida que condujo a
    nuestros padres al conocimiento de tu Hijo. Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

    Amén.

    Conclusión

    Si preside el obispo, es conveniente que éste bendiga al pueblo con la bendición solemne:

    V. El Señor esté con vosotros.
    R. Y con tu espíritu.
    V. Que la paz de Dios, que sobrepasa todo anhelo y esfuerzo humano, custodie vuestro corazón y vuestra inteligencia en el amor y conocimiento de Dios y de su Hijo Jesucristo, nuestro Señor.
    R. Amén.
    V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
    R. Amén.

    Si preside un presbítero o un diácono, bendice al pueblo como el obispo, o bien con la bendición común:

    V. El Señor esté con vosotros.
    R. Y con tu espíritu.
    V. La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo + y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
    R. Amén.

    Si se despide a la comunidad, se añade la invitación:

    V. Podéis ir en paz.
    R. Demos gracias a Dios.

    En el rezo individual o en una celebración comunitaria presidida por un ministro no ordenado, se dice:

    V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
    R. Amén.

    Completas

    Notas

    • Además de las fórmulas penitenciales mostradas aquí, pueden usarse otras aprobadas.
    • Además de himnos mostrados aquí, pueden usarse, sobre todo en las celebraciones con el pueblo, otros cantos oportunos y debidamente aprobados.
    • Esta hora se termina con una de las antífonas de la Santísima Virgen que se muestran en el formulario: Madre del Redentor, Salve, Reina de los cielos, Dios te salve española, Dios te Salve latinoamericana; Bajo tu amparo, o con algún otro canto debidamente aprobado.

    Invocación

    V. Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

    Examen

    Hermanos: Llegados al fin de esta jornada que Dios nos ha concedido, reconozcamos humildemente nuestros pecados.

    • Formula 1
    • Formula 2
    • Formula 3

    Yo confieso ante Dios Todopoderoso
    y ante vosotros, hermanos,
    que he pecado mucho
    de pensamiento, palabra, obra y omisión.
    Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

    Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
    a los ángeles, a los santos
    y a vosotros, hermanos,
    que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

    V. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
    R. Amén.

    Himno

    Salmodia

    Antífona 1: Mi carne descansa serena.

    Salmo 15

    El Señor es el lote de mi heredad

    Dios resucitó a Jesús rompiendo las ataduras de la muerte. (Hch 2,24)

    Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;
    yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.»
    Los dioses y señores de la tierra
    no me satisfacen.

    Multiplican las estatuas
    de dioses extraños;
    no derramaré sus libaciones con mis manos,
    ni tomaré sus nombres en mis labios.

    El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
    mi suerte está en tu mano:
    me ha tocado un lote hermoso,
    me encanta mi heredad.

    Bendeciré al Señor, que me aconseja,
    hasta de noche me instruye internamente.
    Tengo siempre presente al Señor,
    con él a mi derecha no vacilaré.

    Por eso se me alegra el corazón,
    se gozan mis entrañas,
    y mi carne descansa serena.
    Porque no me entregarás a la muerte,
    ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

    Me enseñarás el sendero de la vida,
    me saciarás de gozo en tu presencia,
    de alegría perpetua a tu derecha.

    Lectura Breve

    1Ts 5,23

    Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.

    Responsorio Breve

    R. A tus manos, Señor, * Encomiendo mi espíritu. A tus manos.
    V. Tú, el Dios leal, nos librarás. * Encomiendo. Gloria al Padre. A tus manos.

    Canto Evangélico

    Antifona: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos para que velemos con Cristo y descansemos en paz. (T.P. Aleluya)

    Nunc dimittis Lc 2, 29-32

    Cristo, luz de las naciones y gloria de Israel

    Ahora, Señor, según tu promesa,
    puedes dejar a tu siervo irse en paz.

    Porque mis ojos han visto a tu Salvador.
    a quien has presentado ante todos los pueblos:

    luz para alumbrar a las naciones
    y gloria de tu pueblo Israel.

    Gloria al Padre.

    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre,
    por los siglos de los siglos. Amén.

    Oración

    Oremos:

    Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que restaure nuestras fuerzas, desgastadas ahora por el trabajo del día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre con todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.

    Amén.

    Bendición

    V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una muerte santa.
    R. Amén.

    Antífonas finales de la Santísima Virgen María

      Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
      vida, dulzura y esperanza nuestra;
      Dios te salve.

      A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;
      a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
      en este valle de lágrimas.

      Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
      vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,
      y, después de este destierro,
      muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

      ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

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