Viernes 11 de octubre 2024

TIEMPO ORDINARIO
VIERNES DE LA SEMANA XXVII
De la Feria. Salterio III
11 de octubre
OFICIO DE LECTURA
Si el Oficio de Lectura es la primera oración del día:
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
Se añade el Salmo del Invitatorio con la siguiente antífona:
Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Si antes del Oficio de lectura se ha rezado ya alguna otra Hora:
V. Dios mío, ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén. Aleluya.
Himno: DELANTE DE TUS OJOS
Delante de tus ojos
ya no enrojecemos
a causa del antiguo
pecado de tu pueblo.
Arrancarás de cuajo
el corazón soberbio
y harás un pueblo humilde
de corazón sincero.
En medio de los pueblos
nos guardas como un resto,
para cantar tus obras
y adelantar tu reino.
Seremos raza nueva
para los cielos nuevos;
sacerdotal estirpe,
según tu Primogénito.
Caerán los opresores
y exultarán los siervos;
los hijos del oprobio
serán tus herederos.
Señalarás entonces
el día del regreso
para los que comían
su pan en el destierro.
¡Exulten mis entrañas!
¡Alégrese mi pueblo!
Porque el Señor, que es justo,
revoca sus decretos:
la salvación se anuncia
donde acechó el infierno,
porque el Señor habita
en medio de su pueblo. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
Salmo 68, 2-22. 30-37 I – LAMENTACIÓN Y PLEGARIA DE UN FIEL
DESOLADO
Dios mío, sálvame,
que me llega el agua al cuello:
me estoy hundiendo en un cieno profundo
y no puedo hacer pie;
he entrado en la hondura del agua,
me arrastra la corriente.
Estoy agotado de gritar,
tengo ronca la garganta;
se me nublan los ojos
de tanto aguardar a mi Dios.
Más que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin razón;
más duros que mis huesos,
los que me atacan injustamente.
¿Es que voy a devolver
lo que no he robado?
Dios mío, tú conoces mi ignorancia,
no se te ocultan mis delitos.
Que por mi causa no queden defraudados
los que esperan en ti, Señor de los ejércitos.
Que por mi causa no se avergüencen
los que te buscan, Dios de Israel.
Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí.
Cuando me aflijo con ayunos, se burlan de mí;
cuando me visto de saco, se ríen de mí;
sentados a la puerta murmuran,
mientras beben vino me cantan burlas.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Estoy agotado de gritar y de tanto aguardar a mi Dios.
Ant 2. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Salmo 68, 2-22. 30-37 II
Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude:
arráncame del cieno, que no me hunda;
líbrame de los que me aborrecen,
y de las aguas sin fondo.
Que no me arrastre la corriente,
que no me trague el torbellino,
que no se cierre la poza sobre mí.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia,
por tu gran compasión vuélvete hacia mí;
no escondas tu rostro a tu siervo:
estoy en peligro, respóndeme en seguida.
Acércate a mí, rescátame,
líbrame de mis enemigos:
estás viendo mi afrenta,
mi vergüenza y mi deshonra;
a tu vista están los que me acosan.
La afrenta me destroza el corazón, y desfallezco.
Espero compasión, y no la hay;
consoladores, y no los encuentro.
En mi comida me echaron hiel,
para mi sed me dieron vinagre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. En mi comida me echaron hiel, para mi sed me dieron vinagre.
Ant 3. Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Salmo 68, 2-22. 30-37 III
Yo soy un pobre malherido;
Dios mío, tu salvación me levante.
Alabaré el nombre de Dios con cantos,
proclamaré su grandeza con acción de gracias;
le agradará a Dios más que un toro,
más que un novillo con cuernos y pezuñas.
Miradlo los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas.
El Señor salvará a Sión,
reconstruirá las ciudades de Judá,
y las habitarán en posesión.
La estirpe de sus siervos la heredará,
los que aman su nombre vivirán en ella.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
V. El Señor nos instruirá en sus caminos.
R. Y marcharemos por sus sendas.
PRIMERA LECTURA
Del libro de Ben Sirá 6, 5-37
LA AMISTAD. EL APRENDIZAJE DE LA SABIDURÍA
Una voz suave aumenta los amigos, unos labios amables aumentan los
saludos. Sean muchos los que te saludan, pero confidente, uno entre mil; si
adquieres un amigo, hazlo con tiento, no te fíes en seguida de él; porque
hay amigos de un momento que no duran en tiempo de peligro; hay amigos
que se vuelven enemigos y te afrentan descubriendo tus riñas; hay amigos
que acompañan en la mesa y no aparecen a la hora de la desgracia; cuando
te va bien, están contigo, cuando te va mal, huyen de ti; si te alcanza la
desgracia, cambian de actitud y se esconden de tu vista. Apártate de tu
enemigo y sé cauto con tu amigo.
Al amigo fiel, tenlo por amigo; el que lo encuentra encuentra un tesoro; un
amigo fiel no tiene precio ni se puede pagar su valor; un amigo fiel es un
talismán: el que teme a Dios lo alcanza; su camarada será como él, y sus
acciones como su fama.
Hijo mío, desde la juventud busca la instrucción, y hasta la vejez
encontrarás sabiduría. Acércate a ella como quien ara y siega, esperando
abundante cosecha; cultivándola trabajarás un poco, y en seguida comerás
sus frutos. Al necio le resulta fatigosa, y el insensato no puede con ella; lo
oprime como piedra pesada, y no tarda en sacudírsela.
Porque la instrucción es como su nombre indica: no se manifiesta a
muchos. Escucha, hijo mío, mi opinión y no rechaces mi consejo: mete los
pies en su cepo y ofrece el cuello a su yugo, arrima el hombro para cargar
con ella y no te irrites con sus cadenas; con toda el alma acude a ella, con
todas tus fuerzas sigue sus caminos; rastréala, búscala, y la alcanzarás;
cuando la poseas, ya no la sueltes; al fin alcanzarás su descanso, y se te
convertirá en placer; sus cadenas se volverán baluarte, su coyunda, traje
de gala; su yugo será joya de oro, y sus correas, cintas de púrpura; como
traje de gala la llevarás, te la pondrás como corona festiva.
Si quieres, hijo mío, llegarás a sabio, si te empeñas, llegarás a sagaz; si te
gusta escuchar, aprenderás, si prestas oído, te instruirás. Procura escuchar
las explicaciones, no se te escape un proverbio sensato; observa quién es
inteligente, y madruga para visitarlo, que tus pies desgasten sus umbrales.
Reflexiona sobre el temor del Altísimo y medita sin cesar sus
mandamientos: él te dará la inteligencia y, según tus deseos, te hará sabio.
RESPONSORIO Cf. Sir 6, 37. 23
R. Reflexiona sobre el temor del Altísimo y medita sin cesar sus
mandamientos: * él, según tus deseos, te hará sabio.
V. La sabiduría, con los que la conocen, persevera hasta la presencia de
Dios.
R. Él, según tus deseos, te hará sabio.
SEGUNDA LECTURA
Del primer Conmonitorio de san Vicente de Lerins, presbítero
(Cap. 23: PL 50, 667-668)
EL PROGRESO DEL DOGMA CRISTIANO
¿Es posible que se dé en la Iglesia un progreso en los conocimientos
religiosos? Ciertamente que es posible y la realidad es que este progreso se
da.
En efecto, ¿quién envidiaría tanto a los hombres y sería tan enemigo de
Dios como para impedir este progreso? Pero este progreso sólo puede darse
con la condición de que se trate de un auténtico progreso en el
conocimiento de la fe, no de un cambio en la misma fe. Lo propio del
progreso es que la misma cosa que progresa crezca y aumente, mientras lo
característico del cambio es que la cosa que se muda se convierta en algo
totalmente distinto. Es conveniente, por tanto, que, a través de todos los
tiempos y de todas las edades, crezca y progrese la inteligencia, la ciencia y
la sabiduría de cada una de las personas y del conjunto de los hombres,
tanto por parte de la Iglesia entera, como por parte de cada uno de sus
miembros.
Pero este crecimiento debe seguir su propia naturaleza, es decir, debe estar
de acuerdo con las líneas del dogma y debe seguir el dinamismo de una
única e idéntica doctrina. Que el conocimiento religioso imite, pues, el modo
como crecen los cuerpos, los cuales, si bien con el correr de los años se van
desarrollando, conservan, no obstante, su propia naturaleza. Gran
diferencia hay entre la flor de la infancia y la madurez de la ancianidad,
pero, no obstante, los que van llegando ahora a la ancianidad son, en
realidad, los mismos que hace un tiempo eran adolescentes. La estatura y
las costumbres del hombre pueden cambiar, pero su naturaleza continúa
idéntica y su persona es la misma.
Los miembros de un recién nacido son pequeños, los de un joven están ya
desarrollados; pero, con todo, el uno y el otro tienen el mismo número de
miembros. Los niños tienen los mismos miembros que los adultos y, si
algún miembro del cuerpo no es visible hasta la pubertad, este miembro,
sin embargo, existe ya como en embrión en la niñez, de tal forma que nada
llega a ser realidad en el anciano que no se contenga como en germen en el
niño.
No hay, pues, duda alguna: la regla legítima de todo progreso y la norma
recta de todo crecimiento consiste en que, con el correr de los años, vayan
manifestándose en los adultos las diversas perfecciones de cada uno de
aquellos miembros que la sabiduría del Creador había ya preformado en el
cuerpo del recién nacido.
Porque si aconteciera que un ser humano tomara apariencias distintas a las
de su propia especie, sea porque adquiriera mayor número de miembros,
sea porque perdiera alguno de ellos, tendríamos que decir que todo el
cuerpo perece o bien que se convierte en un monstruo o, por lo menos, que
ha sido gravemente deformado. Es también esto mismo lo que acontece con
los dogmas cristianos: las leyes de su progreso exigen que éstos se
consoliden a través de las edades, se desarrollen con el correr de los años y
crezcan con el paso del tiempo.
Nuestros mayores sembraron antiguamente en el campo de la Iglesia
semillas de una fe de trigo; sería ahora grandemente injusto e incongruente
que nosotros, sus descendientes, en lugar de la verdad del trigo legáramos
a nuestra posteridad el error de la cizaña.
Al contrario, lo recto y consecuente, para que no discrepen entre sí la raíz y
sus frutos, es que de las semillas de una doctrina de trigo recojamos el
fruto de un dogma de trigo; así, al contemplar cómo a través de los siglos
aquellas primeras semillas han crecido y se han desarrollado, podremos
alegrarnos de cosechar el fruto de los primeros trabajos.
RESPONSORIO Dt 4, 1. 2; Jn 6, 64
R. Escucha, Israel, los mandatos y decretos que yo te enseño: * No añadáis
nada a lo que os mando, ni suprimáis nada.
V. Las palabras que yo os he dicho son espíritu y vida.
R. No añadáis nada a lo que os mando, ni suprimáis nada.
ORACIÓN.
OREMOS,
Dios todopoderoso y eterno, que con la magnificencia de tu amor
sobrepasas los méritos y aun los deseos de los que te suplican, derrama
sobre nosotros tu misericordia, para que libres nuestra conciencia de toda
inquietud y nos concedas aun aquello que no nos atrevemos a pedir. Por
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del
Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
LAUDES
(Oración de la mañana)
INVOCACIÓN INICIAL
V. Señor abre mis labios
R. Y mi boca proclamará tu alabanza
INVITATORIO
Ant. Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia.
Salmo 94 INVITACIÓN A LA ALABANZA DIVINA
Venid, aclamemos al Señor,
demos vítores a la Roca que nos salva;
entremos a su presencia dándole gracias,
aclamándolo con cantos.
Porque el Señor es un Dios grande,
soberano de todos los dioses:
tiene en su mano las simas de la tierra,
son suyas las cumbres de los montes;
suyo es el mar, porque él lo hizo,
la tierra firme que modelaron sus manos.
Venid, postrémonos por tierra,
bendiciendo al Señor, creador nuestro.
Porque él es nuestro Dios,
y nosotros su pueblo,
el rebaño que él guía.
Ojalá escuchéis hoy su voz:
«No endurezcáis el corazón como en Meribá,
como el día de Masá en el desierto;
cuando vuestros padres me pusieron a prueba
y dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.
Durante cuarenta años
aquella generación me repugnó, y dije:
Es un pueblo de corazón extraviado,
que no reconoce mi camino;
por eso he jurado en mi cólera
que no entrarán en mi descanso»
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Himno: CREADOR SEMPITERNO DE LAS COSAS.
Creador sempiterno de las cosas,
que gobiernas las noches y los días,
y, alternando la luz y las tinieblas,
alivias el cansancio de la vida.
Pon tus ojos, Señor, en quien vacila,
que a todos corrija tu mirada:
con ella sostendrás a quien tropieza
y harás que pague su delito en lágrimas.
Alumbra con tu luz nuestros sentidos,
desvanece el sopor de nuestras mentes,
y sé el primero a quien, agradecidas,
se eleven nuestras voces cuando suenen.
Glorificado sea el Padre eterno,
así como su Hijo Jesucristo,
y así como el Espíritu Paráclito,
ahora y por los siglos de los siglos. Amén.
SALMODIA
Ant 1. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
Salmo 50 – CONFESIÓN DEL PECADOR ARREPENTIDO
Misericordia, Dios mío, por tu bondad;
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa,
tengo siempre presente mi pecado:
contra ti, contra ti solo pequé,
cometí la maldad que aborreces.
En la sentencia tendrás razón,
en el juicio brillará tu rectitud.
Mira, que en la culpa nací,
pecador me concibió mi madre.
Te gusta un corazón sincero,
y en mi interior me inculcas sabiduría.
Rocíame con el hisopo: quedaré limpio;
lávame: quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría,
que se alegren los huesos quebrantados.
Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa.
¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme;
no me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación,
afiánzame con espíritu generoso:
enseñaré a los malvados tus caminos,
los pecadores volverán a ti.
Líbrame de la sangre, ¡oh Dios,
Dios, Salvador mío!,
y cantará mi lengua tu justicia.
Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Los sacrificios no te satisfacen;
si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.
Mi sacrificio es un espíritu quebrantado:
un corazón quebrantado y humillado
tú no lo desprecias.
Señor, por tu bondad, favorece a Sión,
reconstruye las murallas de Jerusalén:
entonces aceptarás los sacrificios rituales,
ofrendas y holocaustos,
sobre tu altar se inmolarán novillos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.
Ant. Contra ti, contra ti solo pequé, Señor; ten misericordia de mí.
Ant 2. Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.
Cántico: LAMENTACIÓN DEL PUEBLO EN TIEMPO DE HAMBRE Y DE GUERRA

  • Jr 14,17-21
    Mis ojos se deshacen en lágrimas,
    día y noche no cesan:
    por la terrible desgracia de la doncella de mi pueblo,
    una herida de fuertes dolores.
    Salgo al campo: muertos a espada;
    entro en la ciudad: desfallecidos de hambre;
    tanto el profeta como el sacerdote
    vagan sin sentido por el país.
    ¿Por qué has rechazado del todo a Judá?
    ¿tiene asco tu garganta de Sión?
    ¿Por que nos has herido sin remedio?
    Se espera la paz, y no hay bienestar,
    al tiempo de la cura sucede la turbación.
    Señor, reconocemos nuestra impiedad,
    la culpa de nuestros padres,
    porque pecamos contra ti.
    No nos rechaces, por tu nombre,
    no desprestigies tu trono glorioso;
    recuerda y no rompas tu alianza con nosotros.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. Reconocemos, Señor, nuestra impiedad; hemos pecado contra ti.
    Ant 3. El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
    Salmo 99 – ALEGRÍA DE LOS QUE ENTRAN EN EL TEMPLO.
    Aclama al Señor, tierra entera,
    servid al Señor con alegría,
    entrad en su presencia con aclamaciones.
    Sabed que el Señor es Dios:
    que él nos hizo y somos suyos,
    su pueblo y ovejas de su rebaño.
    Entrad por sus puertas con acción de gracias,
    por sus atrios con himnos,
    dándole gracias y bendiciendo su nombre:
    «El Señor es bueno,
    su misericordia es eterna,
    su fidelidad por todas las edades.»
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. El Señor es Dios y nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño.
    LECTURA BREVE 2Co 12, 9b-10
    Muy a gusto presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza
    de Cristo. Por eso vivo contento en medio de mis debilidades, de los
    insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por
    Cristo. Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
    RESPONSORIO BREVE
    V. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
    R. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
    V. Indícame el camino que he de seguir.
    R. Hazme escuchar tu gracia.
    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. En la mañana hazme escuchar tu gracia.
    CÁNTICO EVANGÉLICO
    Ant. El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
    Cántico de Zacarías. EL MESÍAS Y SU PRECURSOR Lc 1, 68-79
    Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
    porque ha visitado y redimido a su pueblo.
    suscitándonos una fuerza de salvación
    en la casa de David, su siervo,
    según lo había predicho desde antiguo
    por boca de sus santos profetas:
    Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
    y de la mano de todos los que nos odian;
    ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
    recordando su santa alianza
    y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
    Para concedernos que, libres de temor,
    arrancados de la mano de los enemigos,
    le sirvamos con santidad y justicia,
    en su presencia, todos nuestros días.
    Y a ti, niño, te llamarán Profeta del Altísimo,
    porque irás delante del Señor
    a preparar sus caminos,
    anunciando a su pueblo la salvación,
    el perdón de sus pecados.
    Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
    nos visitará el sol que nace de lo alto,
    para iluminar a los que viven en tiniebla
    y en sombra de muerte,
    para guiar nuestros pasos
    por el camino de la paz.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. El Señor ha visitado y redimido a su pueblo.
    PRECES
    Invoquemos a Cristo, que nació, murió y resucitó por su pueblo, diciendo:
    Salva, Señor, al pueblo que redimiste con tu sangre.
    Te bendecimos, Señor, a ti que por nosotros aceptaste el suplicio de la cruz:
    mira con bondad a tu familia santa, redimida con tu sangre.
    Tú que prometiste a los que en ti creyeran que manarían de su interior
    torrentes de agua viva,
    derrama tu Espíritu sobre todos los hombres.
    Tú que enviaste a los discípulos a predicar el Evangelio,
    haz que los cristianos anuncien tu palabra con fidelidad.
    A los enfermos y a todos los que has asociado a los sufrimientos de tu
    pasión,
    concédeles fortaleza y paciencia.
    Se pueden añadir algunas intenciones libres
    Llenos del Espíritu de Jesucristo, acudamos a nuestro Padre común,
    diciendo:
    Padre nuestro…
    ORACION
    Ilumina, Señor, nuestros corazones y fortalece nuestras voluntades, para
    que sigamos siempre el camino de tus mandatos, reconociéndote como
    nuestro guía y maestro. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
    reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los
    siglos. Amén.
    CONCLUSIÓN
    V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
    eterna.
    R. Amén.
    HORA TERCIA
    INVOCACIÓN INICIAL
    V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
    Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén. Aleluya.
    Himno: EL TRABAJO, SEÑOR, DE CADA DÍA
    El trabajo, Señor, de cada día
    nos sea por tu amor santificado,
    convierte su dolor en alegría
    de amor, que para dar tú nos has dado.
    Paciente y larga es nuestra tarea
    en la noche oscura del amor que espera;
    dulce huésped del alma, al que flaquea
    dale tu luz, tu fuerza que aligera.
    En el alto gozoso del camino,
    demos gracias a Dios, que nos concede
    la esperanza sin fin del don divino;
    todo lo puede en él quien nada puede. Amén.
    SALMODIA
    Ant 1. Llamé, y él me respondió.
    Salmo 119 – DESEO DE LA PAZ
    En mi aflicción llamé al Señor,
    y él me respondió.
    Líbrame, Señor, de los labios mentirosos,
    de la lengua traidora.
    ¿Qué te va a dar o a mandar Dios,
    lengua traidora?
    Flechas de arquero, afiladas
    con ascuas de retama.
    ¡Ay de mí, desterrado en Masac,
    acampado en Cadar!
    Demasiado llevo viviendo
    con los que odian la paz;
    cuando yo digo: «Paz»,
    ellos dicen: «Guerra».
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. Llamé, y él me respondió.
    Ant 2. El Señor guarda tus entradas y salidas.
    Salmo 120 – EL GUARDIÁN DEL PUEBLO.
    Levanto mis ojos a los montes:
    ¿de dónde me vendrá el auxilio?
    El auxilio me viene del Señor,
    que hizo el cielo y la tierra.
    No permitirá que resbale tu pie,
    tu guardián no duerme;
    no duerme ni reposa
    el guardián de Israel.
    El Señor te guarda a su sombra,
    está a tu derecha;
    de día el sol no te hará daño,
    ni la luna de noche.
    El Señor te guarda de todo mal,
    él guarda tu alma;
    el Señor guarda tus entradas y salidas,
    ahora y por siempre.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. El Señor guarda tus entradas y salidas.
    Ant 3. Me he alegrado por lo que me dijeron.
    Salmo 121 LA CIUDAD SANTA DE JERUSALÉN
    ¡Qué alegría cuando me dijeron:
    «Vamos a la casa del Señor»!
    Ya están pisando nuestros pies
    tus umbrales, Jerusalén.
    Jerusalén está fundada
    como ciudad bien compacta.
    Allá suben las tribus,
    las tribus del Señor,
    según la costumbre de Israel,
    a celebrar el nombre del Señor;
    en ella están los tribunales de justicia
    en el palacio de David.
    Desead la paz a Jerusalén:
    «Vivan seguros los que te aman,
    haya paz dentro de tus muros,
    seguridad en tus palacios.»
    Por mis hermanos y compañeros,
    voy a decir: «La paz contigo.»
    Por la casa del Señor, nuestro Dios,
    te deseo todo bien.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. Me he alegrado por lo que me dijeron.
    LECTURA BREVE Rm 1, 16b-17
    El Evangelio es poder de Dios para salvación de todo el que crea. Pues la
    justicia de Dios se revela en él de fe a fe, según está escrito: «El justo
    vivirá de la fe.»
    V. Con Dios se alegra nuestro corazón.
    R. En su santo nombre confiamos.
    ORACIÓN
    OREMOS,
    Señor Jesucristo, tú que en la hora de tercia fuiste llevado al suplicio de la
    cruz por la salvación del mundo; ayúdanos a llorar nuestros pecados y a
    evitar las faltas en lo porvenir. Tú que vives y reinas por los siglos de los
    siglos.
    Amén.
    CONCLUSIÓN
    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.
    HORA SEXTA
    INVOCACIÓN INICIAL
    V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
    Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén. Aleluya.
    Himno: ESTE MUNDO DEL HOMBRE EN QUE ÉL SE AFANA.
    Este mundo del hombre, en que él se afana
    tras la felicidad que tanto ansía,
    tú lo vistes, Señor, de luz temprana
    y de radiante sol al mediodía.
    Así el poder de tu presencia encierra
    el secreto más hondo de esta vida;
    un nuevo cielo y una nueva tierra
    colmarán nuestro anhelo sin medida.
    Poderoso Señor de nuestra historia,
    no tardes en venir gloriosamente;
    tu luz resplandeciente y tu victoria
    inunden nuestra vida eternamente. Amén.
    SALMODIA
    Ant 1. Lo vimos sin aspecto atrayente, como un hombre de dolores,
    acostumbrado a sufrimientos.
    Salmo 21 I – EL SIERVO DE DIOS SUFRIENTE ORA Y DIOS LE RESPONDE
    Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?;
    a pesar de mis gritos, mi oración no te alcanza.
    Dios mío, de día te grito, y no respondes;
    de noche, y no me haces caso;
    aunque tú habitas en el santuario,
    esperanza de Israel.
    En ti confiaban nuestros padres;
    confiaban, y los ponías a salvo;
    a ti gritaban, y quedaban libres,
    en ti confiaban, y no los defraudaste.
    Pero yo soy un gusano, no un hombre,
    vergüenza de la gente, desprecio del pueblo;
    al verme se burlan de mí,
    hacen visajes, menean la cabeza:
    «Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
    que lo libre si tanto lo quiere.»
    Tú eres quien me sacó del vientre,
    me tenías confiado en los pechos de mi madre;
    desde el seno pasé a tus manos,
    desde el vientre materno tú eres mi Dios.
    No te quedes lejos, que el peligro está cerca
    y nadie me socorre.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. Lo vimos sin aspecto atrayente, como un hombre de dolores,
    acostumbrado a sufrimientos.
    Ant 2. Se repartieron la ropa de Jesús, echándola a suerte.
    Salmo 21 II
    Me acorrala un tropel de novillos,
    me cercan toros de Basán;
    abren contra mí las fauces
    leones que descuartizan y rugen.
    Estoy como agua derramada,
    tengo los huesos descoyuntados;
    mi corazón, como cera,
    se derrite en mis entrañas;
    mi garganta está seca como una teja,
    la lengua se me pega al paladar;
    me aprietas contra el polvo de la muerte.
    Me acorrala una jauría de mastines,
    me cerca una banda de malhechores;
    me taladran las manos y los pies,
    puedo contar mis huesos.
    Ellos me miran triunfantes,
    se reparten mi ropa,
    echan a suerte mi túnica.
    Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
    fuerza mía, ven corriendo a ayudarme.
    Líbrame a mí de la espada,
    y a mi única vida, de la garra del mastín;
    sálvame de las fauces del león;
    a este pobre, de los cuernos del búfalo.
    Contaré tu fama a mis hermanos,
    en medio de la asamblea te alabaré.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. Se repartieron la ropa de Jesús, echándola a suerte.
    Ant 3. En su presencia se postrarán las familias de los pueblos.
    Salmo 21 III
    Fieles del Señor, alabadlo;
    linaje de Jacob, glorificadlo;
    temedlo, linaje de Israel.
    Porque no ha sentido desprecio ni repugnancia
    hacia el pobre desgraciado;
    no le ha escondido su rostro:
    cuando pidió auxilio, lo escuchó.
    Él es mi alabanza en la gran asamblea,
    cumpliré mis votos delante de sus fieles.
    Los desvalidos comerán hasta saciarse,
    alabarán al Señor los que lo buscan:
    viva su corazón por siempre.
    Lo recordarán y volverán al Señor
    hasta de los confines del orbe;
    en su presencia se postrarán
    las familias de los pueblos.
    Porque del Señor es el reino,
    él gobierna a los pueblos.
    Ante él se postrarán las cenizas de la tumba,
    ante él se inclinarán los que bajan al polvo.
    Me hará vivir para él, mi descendencia le servirá,
    hablarán del Señor a la generación futura,
    contarán su justicia al pueblo que ha de nacer;
    todo lo que hizo el Señor.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. En su presencia se postrarán las familias de los pueblos.
    LECTURA BREVE Rm 3, 21-22a
    Ahora, sin la ley, la justicia de Dios se ha manifestado, recibiendo
    testimonio de la ley y de los profetas; justicia de Dios por la fe en Jesucristo
    para todos los que creen en él.
    V. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.
    R. La norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.
    ORACIÓN
    OREMOS,
    Señor Jesucristo, tú que a la hora de sexta subiste a la cruz por nuestra
    salvación mientras el mundo vivía sumergido en las tinieblas; concédenos
    que tu luz nos ilumine siempre para que, guiados por ella, podamos
    alcanzar la vida eterna. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
    Amén.
    CONCLUSIÓN
    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.
    HORA NONA
    INVOCACIÓN INICIAL
    V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
    Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén. Aleluya.
    Himno: DANOS, SEÑOR, LA FIRME VOLUNTAD
    Danos, Señor, la firme voluntad,
    compañera y sostén de la virtud,
    que sabe en la fatiga hallar quietud
    y en medio de las sombras claridad:
    La que trueca en tesón la veleidad,
    y el ocio en perennal solicitud,
    y las ásperas fiebres en salud
    y los torpes engaños en verdad.
    Y así conseguirá mi corazón
    que los favores que a tu amor debí
    le ofrezcan algún fruto en galardón.
    Y aún tú, Señor, conseguirás así
    que no llegue a romper mi confusión
    la imagen tuya que pusiste en mí. Amén.
    SALMODIA
    Ant 1. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
    Salmo 125 – DIOS, ALEGRÍA Y ESPERANZA NUESTRA.
    Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
    nos parecía soñar:
    la boca se nos llenaba de risas,
    la lengua de cantares.
    Hasta los gentiles decían:
    «El Señor ha estado grande con ellos.»
    El Señor ha estado grande con nosotros,
    y estamos alegres.
    Que el Señor cambie nuestra suerte
    como los torrentes del Negueb.
    Los que sembraban con lágrimas
    cosechan entre cantares.
    Al ir, iban llorando,
    llevando la semilla;
    al volver, vuelven cantando,
    trayendo sus gavillas.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres.
    Ant 2. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
    Salmo 126 – EL ESFUERZO HUMANO ES INÚTIL SIN DIOS.
    Si el Señor no construye la casa,
    en vano se cansan los albañiles;
    si el Señor no guarda la ciudad,
    en vano vigilan los centinelas.
    Es inútil que madruguéis,
    que veléis hasta muy tarde,
    los que coméis el pan de vuestros sudores:
    ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
    La herencia que da el Señor son los hijos;
    una recompensa es el fruto de las entrañas:
    son saetas en mano de un guerrero
    los hijos de la juventud.
    Dichoso el hombre que llena
    con ellas su aljaba:
    no quedará derrotado cuando litigue
    con su adversario en la plaza.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. El Señor nos construya la casa y nos guarde la ciudad.
    Ant 3. Dichoso el que teme al Señor.
    Salmo 127 – PAZ DOMÉSTICA EN EL HOGAR DEL JUSTO
    ¡Dichoso el que teme al Señor
    y sigue sus caminos!
    Comerás del fruto de tu trabajo,
    serás dichoso, te irá bien;
    tu mujer, como una vid fecunda,
    en medio de tu casa;
    tus hijos, como renuevos de olivo,
    alrededor de tu mesa:
    ésta es la bendición del hombre
    que teme al Señor.
    Que el Señor te bendiga desde Sión,
    que veas la prosperidad de Jerusalén
    todos los días de tu vida;
    que veas a los hijos de tus hijos.
    ¡Paz a Israel!
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. Dichoso el que teme al Señor.
    LECTURA BREVE Ef 2, 8-9
    Estáis salvados por la gracia y mediante la fe. Y no se debe a vosotros, sino
    que es un don de Dios; y tampoco se debe a las obras, para que nadie
    pueda presumir.
    V. Conozca la tierra, Señor, tus caminos.
    R. Todos los pueblos tu salvación.
    ORACIÓN
    OREMOS,
    Señor Jesucristo, tu que, crucificado a la hora de nona, diste al ladrón
    arrepentido el reino eterno; míranos a nosotros, que como él confesamos
    nuestras culpas, y concédenos poder entrar, también como él, después de
    la muerte, en tu paraíso. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
    Amén.
    CONCLUSIÓN
    V. Bendigamos al Señor.
    R. Demos gracias a Dios.
    VÍSPERAS
    (Oración de la tarde)
    INVOCACIÓN INICIAL
    V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
    Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén. Aleluya.
    Himno: YO HE SENTIDO, SEÑOR, TU VOZ AMANTE
    Yo he sentido, Señor, tu voz amante,
    en el misterio de las noches bellas,
    y en el suave temblor de las estrellas
    la armonía gocé de tu semblante.
    No me llegó tu acento amenazante
    entre el fragor de trueno y de centellas;
    al ánima llamaron tus querellas
    como el tenue vagido de un infante.
    ¿Por qué no obedecí cuando te oía?
    ¿Quién me hizo abandonar tu franca vía
    y hundirme en las tinieblas del vacío?
    Haz, mi dulce Señor, que en la serena
    noche vuelva a escuchar tu cantilena;
    ¡ya no seré cobarde, Padre mío! Amén.
    SALMODIA
    Ant 1. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.
    Salmo 134 I – HIMNO A DIOS POR SUS MARAVILLAS
    Alabad el nombre del Señor,
    alabadlo, siervos del Señor,
    que estáis en la casa del Señor,
    en los atrios de la casa de nuestro Dios.
    Alabad al Señor porque es bueno,
    tañed para su nombre, que es amable.
    Porque él se escogió a Jacob,
    a Israel en posesión suya.
    Yo sé que el Señor es grande,
    nuestro dueño más que todos los dioses.
    El Señor todo lo que quiere lo hace:
    en el cielo y en la tierra,
    en los mares y en los océanos.
    Hace subir las nubes desde el horizonte,
    con los relámpagos desata la lluvia,
    suelta a los vientos de sus silos.
    Él hirió a los primogénitos de Egipto,
    desde los hombres hasta los animales.
    Envió signos y prodigios
    -en medio de ti, Egiptocontra el Faraón y sus ministros.
    Hirió de muerte a pueblos numerosos,
    mató a reyes poderosos:
    a Sijón, rey de los amorreos;
    a Hog, rey de Basán,
    y a todos los reyes de Canaán.
    Y dio su tierra en heredad,
    en heredad a Israel, su pueblo.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. El Señor es grande, nuestro dueño más que todos los dioses.
    Ant 2. Casa de Israel, bendice al Señor; tañed para su nombre, que es
    amable.
    Salmo 134 II.
    Señor, tu nombre es eterno;
    Señor, tu recuerdo de edad en edad.
    Porque el Señor gobierna a su pueblo
    y se compadece de sus siervos.
    Los ídolos de los gentiles son oro y plata,
    hechura de manos humanas:
    tienen boca y no hablan,
    tienen ojos y no ven,
    tienen orejas y no oyen,
    no hay aliento en sus bocas.
    Sean lo mismo los que los hacen,
    cuantos confían en ellos.
    Casa de Israel, bendice al Señor;
    casa de Aarón, bendice al Señor;
    casa de Leví, bendice al Señor;
    fieles del Señor, bendecid al Señor.
    Bendito en Sión el Señor,
    que habita en Jerusalén.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. Casa de Israel, bendice al Señor; tañed para su nombre, que es
    amable.
    Ant 3. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
    Cántico: CANTO DE LOS VENCEDORES – Ap 15, 3-4
    Grandes y maravillosas son tus obras,
    Señor, Dios omnipotente,
    justos y verdaderos tus caminos,
    ¡oh Rey de los siglos!
    ¿Quién no temerá, Señor,
    y glorificará tu nombre?
    Porque tú solo eres santo,
    porque vendrán todas las naciones
    y se postrarán en tu acatamiento,
    porque tus juicios se hicieron manifiestos.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. Vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, Señor.
    LECTURA BREVE St 1, 2-4
    Hermanos míos, si estáis sometidos a tentaciones diversas, consideradlo
    como una alegría, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce constancia.
    Pero haced que la constancia dé un resultado perfecto, para que seáis
    perfectos e íntegros, sin defectos en nada.
    RESPONSORIO BREVE
    V. Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
    R. Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
    V. Y ha hecho de nosotros reino y sacerdotes para el Dios y Padre suyo.
    R. Por la virtud de su sangre.
    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. Cristo nos ama y nos ha absuelto por la virtud de su sangre.
    CÁNTICO EVANGÉLICO
    Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su
    misericordia.
    Cántico de María. ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR Lc 1, 46-55
    Proclama mi alma la grandeza del Señor,
    se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
    porque ha mirado la humillación de su esclava.
    Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
    porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
    su nombre es santo,
    y su misericordia llega a sus fieles
    de generación en generación.
    El hace proezas con su brazo:
    dispersa a los soberbios de corazón,
    derriba del trono a los poderosos
    y enaltece a los humildes,
    a los hambrientos los colma de bienes
    y a los ricos los despide vacíos.
    Auxilia a Israel, su siervo,
    acordándose de su misericordia
    -como lo había prometido a nuestros padresen favor de Abraham y su descendencia por siempre.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. El Señor nos auxilia a nosotros, sus siervos, acordándose de su
    misericordia.
    PRECES
    Invoquemos al Hijo de Dios, a quien el Padre entregó por nuestras faltas y
    lo resucitó para nuestra justificación, diciendo:
    Señor, ten piedad.
    Escucha, Señor, nuestras súplicas, perdona los pecados de los que se
    confiesen culpables
    y en tu bondad otórganos el perdón y la paz.
    Tú que, por medio del Apóstol nos has enseñado que donde se multiplicó el
    pecado sobreabundó mucho más la gracia,
    perdona con largueza nuestros muchos pecados.
    Hemos pecado mucho, Señor, pero confiamos en tu misericordia infinita;
    vuélvete a nosotros para que podamos convertirnos a ti.
    Salva a tu pueblo de sus pecados, Señor,
    y sé benévolo con nosotros.
    Se pueden añadir algunas intenciones libres
    Tú que abriste las puertas del paraíso al buen ladrón,
    ábrelas también para nuestros hermanos difuntos.
    Reconociendo que nuestra fuerza para no caer en la tentación se halla en
    Dios, digamos confiadamente:
    Padre nuestro…
    ORACION
    Señor, Padre santo, que quisiste que tu Hijo fuese el precio de nuestro
    rescate, haz que vivamos de tal manera que, tomando parte en los
    padecimientos de Cristo, nos gocemos también en la revelación de su
    gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la
    unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
    CONCLUSIÓN
    V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida
    eterna.
    R. Amén.
    COMPLETAS
    (Oración antes del descanso nocturno)
    INVOCACIÓN INICIAL
    V. Dios mío, ven en mi auxilio
    R. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
    Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén. Aleluya.
    EXAMEN DE CONCIENCIA
    Hermanos, habiendo llegado al final de esta jornada que Dios nos ha
    concedido, reconozcamos sinceramente nuestros pecados.
    Yo confieso ante Dios todopoderoso
    y ante vosotros, hermanos,
    que he pecado mucho
    de pensamiento, palabra, obra y omisión:
    por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
    Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,
    a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos,
    que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.
    V. El Señor todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros
    pecados y nos lleve a la vida eterna.
    R. Amén.
    Himno: CRISTO, SEÑOR DE LA NOCHE
    Cristo, Señor de la noche,
    que disipas las tinieblas:
    mientras los cuerpos reposan,
    se tú nuestro centinela.
    Después de tanta fatiga,
    después de tanta dureza,
    acógenos en tus brazos
    y danos noche serena.
    Si nuestros ojos se duermen,
    que el alma esté siempre en vela;
    en paz cierra nuestros párpados
    para que cesen las penas.
    Y que al despuntar el alba,
    otra vez con fuerzas nuevas,
    te demos gracias, oh Cristo,
    por la vida que comienza. Amén.
    SALMODIA
    Ant 1. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu
    presencia.
    Salmo 87 – ORACIÓN DE UN HOMBRE GRAVEMENTE ENFERMO
    Señor, Dios mío, de día te pido auxilio,
    de noche grito en tu presencia;
    llegue hasta ti mi súplica,
    inclina tu oído a mi clamor.
    Porque mi alma está colmada de desdichas,
    y mi vida está al borde del abismo;
    ya me cuentan con los que bajan a la fosa,
    soy como un inválido.
    Tengo mi cama entre los muertos,
    como los caídos que yacen en el sepulcro,
    de los cuales ya no guardas memoria,
    porque fueron arrancados de tu mano.
    Me has colocado en lo hondo de la fosa,
    en las tinieblas del fondo;
    tu cólera pesa sobre mí,
    me echas encima todas tus olas.
    Has alejado de mí a mis conocidos,
    me has hecho repugnante para ellos:
    encerrado, no puedo salir,
    y los ojos se me nublan de pesar.
    Todo el día te estoy invocando,
    tendiendo las manos hacia ti.
    ¿Harás tú maravillas por los muertos?
    ¿Se alzarán las sombras para darte gracias?
    ¿Se anuncia en el sepulcro tu misericordia,
    o tu fidelidad en el reino de la muerte?
    ¿Se conocen tus maravillas en la tiniebla
    o tu justicia en el país del olvido?
    Pero yo te pido auxilio,
    por la mañana irá a tu encuentro mi súplica.
    ¿Por qué, Señor, me rechazas
    y me escondes tu rostro?
    Desde niño fui desgraciado y enfermo,
    me doblo bajo el peso de tus terrores,
    pasó sobre mí tu incendio,
    tus espantos me han consumido:
    me rodean como las aguas todo el día,
    me envuelven todos a una;
    alejaste de mí amigos y compañeros:
    mi compañía son las tinieblas.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia.
    LECTURA BREVE Jr 14, 9
    Tú estás en medio de nosotros, Señor, tu nombre ha sido invocado sobre
    nosotros: no nos abandones, Señor Dios nuestro.
    RESPONSORIO BREVE
    V. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
    R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
    V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
    R. Te encomiendo mi espíritu.
    V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
    CÁNTICO EVANGÉLICO
    Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
    velemos con Cristo y descansemos en paz.
    CÁNTICO DE SIMEÓN Lc 2, 29-32
    Ahora, Señor, según tu promesa,
    puedes dejar a tu siervo irse en paz,
    porque mis ojos han visto a tu Salvador,
    a quien has presentado ante todos los pueblos
    luz para alumbrar a las naciones
    y gloria de tu pueblo Israel.
    Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
    Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
    Amén.
    Ant. Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que
    velemos con Cristo y descansemos en paz.
    ORACION
    OREMOS,
    Señor, Dios todopoderoso: ya que con nuestro descanso vamos a imitar a
    tu Hijo que reposó en el sepulcro, te pedimos que, al levantarnos mañana,
    lo imitemos también resucitando a una vida nueva. Por Cristo nuestro
    Señor.
    Amén.
    BENDICIÓN
    V. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y una santa
    muerte.
    R. Amén.
    ANTIFONA FINAL DE LA SANTISIMA VIRGEN
    Salve, Reina de los cielos
    y Señora de los ángeles;
    salve raíz, salve puerta,
    que dio paso a nuestra luz.
    Alégrate, virgen gloriosa,
    entre todas la más bella;
    salve, agraciada doncella,
    ruega a Cristo por nosotros.

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